Vidas encauzadas gracias a Cáritas
Estaban malviviendo en la calle, en una pensión o en lugares precarios. Cáritas de Gandia les tendió la mano y les facilitó unos recursos que ellos han sabido aprovechar. Rosa, Zouhir y Monika son un ejemplo, por un lado, de la exitosa labor de la entidad, y por otro de fuerza de voluntad para enderezar sus vidas.

De izquierda a derecha, Rosa, Zouhir y Monika. / J.C.
Josep Camacho
Para Rosa, Zohuir y Monika la vida no ha sido nada fácil. Los tres tuvieron que recurrir a los servicios de Cáritas Interparroquial de Gandia, donde a su vez están orgullosos de ellos, porque son tres historias de superación.
Estos días en los que la entidad conmemora la Semana de las Personas sin Hogar, Cáritas anima a la sociedad a mirar más allá de la carencia material de las personas, y a tener empatía. «Cada persona sin hogar tiene una historia, un sueño y una esperanza que merece ser escuchada. Nuestro compromiso es acompañar esos sueños y ofrecer oportunidades para que cada vida recupere sentido y dignidad», señala la directora de Cáritas de Gandia, Maite Boscá.
El Área de Inclusión de Personas sin Hogar de Cáritas de Gandia, que coordina Chema Puente, se asienta sobre cuatro grandes pilares: el Centro de Atención Integral (CAI) Sant Francesc de Borja, el Centro de Día Casa-Hogar María Teresa Marqués, ubicado en la calle Gutiérrez Mas, donde los usuarios pueden ducharse, recibir comida, lavar la ropa, o entretenerse bajo un techo; cinco viviendas, y el programa de calle.
Los protagonistas de este reportaje son o han sido usuarios de estos recursos; Zouhir del CAI; Rosa, de la vivienda; y Monika, del centro de día. Por una parte, ellos son un ejemplo de tenacidad y lucha contra las adversidades, pero también el resultado de la excelente labor de Cáritas, y en última instancia de la solidaridad de la sociedad gandiense, instituciones, particulares y empresas que se vuelcan con cada llamada a la acción o con cada evento para recaudar fondos.

Zohuir en el CAI de Gandia. / J.C.
Zohuir (49 años) llegó en noviembre de 2024 desde Argelia en una patera con seis hombres más. Recalaron en el puerto de Palma de Mallorca, de ahí la Cruz Roja los derivó a València, y después él se mudó a Gandia. Empezó a trabajar a los 11 años para ayudar a su madre, ama de casa, ya que su padre fue policía y pasaba largas temporadas en diferentes lugares destinado por el Gobierno, en una época marcada por la acción de los grupos terroristas islamistas.
A pesar de ello llegó a la universidad, donde cursó Informática cinco años, aunque cuando acabó los estudios optó entrar en la Policía, donde estuvo nueve años. «El trabajo no era fácil, en un entorno muy corrupto, así que decidí buscar una nueva vida y emigrar a España». Sin papeles y sin conocidos, su experiencia laboral no le sirvió de nada aquí. Estuvo ocho meses malviviendo en la calle, durmiendo en una casa abandonada cerca del centro comercial Plaza Mayor, y en algunos cajeros automáticos.
Durante ese tiempo también acudió al centro de día para ducharse, lavar la ropa, y aprender castellano. Desde hace cuatro meses está en el albergue de Cáritas y confía a medio plazo en solicitar un permiso de residencia por arraigo formativo. Su sueño sería tener un trabajo, en especial como instalador de placas fotovoltaicas.

Monika en la plaza de Espanya en Gandia. / J.C.
Monika (42 años), de origen polaco, llegó a España hace 25 años. También ha estado en situación de calle, pero pudo levantarse y ha rehecho su vida, gracias, sobre todo, a un empleo en un supermercado en el que empezó hace casi seis meses. Comparte un piso particular con otras tres mujeres. Sigue siendo, por el momento, usuaria del centro de día, porque le permite ahorrar y porque el alquiler que paga (350 euros por una habitación) se lleva buena parte de sus ingresos. Es madre de dos hijas. Con sus parejas inició un periplo por León, Asturias, Castelló, Alicante y Gandia, pero ya está soltera. Su sueño sería que la hicieran fija en el puesto de trabajo, que le ha permitido independizarse y ser dueña de su vida.
Una vida de sobresaltos, problemas con tu exmarido, una salud frágil, y de repente acabas viviendo en una pensión, sin saber para donde tirar. Así se vio Rosa (60 años) cuando decidió pedir ayuda a Cáritas. Hoy comparte piso en una vivienda de autonomía con otras dos mujeres. Parte de su tiempo lo dedica a ser voluntaria en el ropero de Cáritas. Su sueño sería independizarse y acceder a una vivienda social «como las que van a hacer en Santa Anna», para recibir a sus dos hijos y sus nietos.

Rosa comparte piso en una vivienda de autonomía de Cáritas. / J.C.
A pesar de la buena marcha de la economía, la pobreza sigue al alza en Gandia, como ha denunciado en repetidas ocasiones Cáritas. Sólo durante el primer semestre de este año Cáritas acompañó a 1.712 personas sin hogar y gestionó 12.263 ayudas, con un incremento superior al 20% en atenciones personalizadas respecto al año anterior y un 57% más de tarjetas prepago distribuidas.
Durante el año pasado en el CAI, que ofrece 14 plazas, tuvo 30 beneficiarios, por el centro de día pasaron 429 beneficiarios y hubo 1.375 atenciones, el programa de calle ayudó a 123 personas, las viviendas son cinco, dos de autonomía y tres familiares.
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