Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Gandia: la delicada resistencia de las nuevas músicas no se rinde

"El ‘bautismo sonoro’ comenzó en sesión matinal con un viaje intergaláctico, a cargo de la Companyia Sonora"

Llorenç Barber

Llorenç Barber / María Martínez, "Gitaneta"

Llorenç Barber

Gandia

Hace unos días me presenté en Gandia, pues tenía que intervenir en el RRRR! Festival d’Art i Reciclatge, que llega a su décima edición. El evento tuvo lugar en el conocido Teatre del Raval, un local que está vivo desde 198, pues lo puso en teatral acto la compañía Pluja Teatre, y hoy -coincidiendo con el festival- remata un proyecto de rehabilitación ecológica del edificio, al tiempo que amplía sus espacios útiles para las músicas escénicas de un hoy en que el concepto ‘música’ devino un amplio fruto de succiones y gustos muy distintos y hasta contradictorios.

Estuve todo el día de marras, cual esponja, llenándome de positivas percepciones corporales, intuitivas y fruitivas con cuanto se nos ofrecía en este activo Teatre del Raval que esta vez se nos anunciaba como un Bateig sonor per a un edifici (de)construït.

Las distintas intervenciones sonoras previstas fueron dispuestas en distintos espacios (pisos, terrazas, pasillos, etc.) de la muy amplia y ancha casa toda ella llena de recovecos, pasadizos, oficinas, despachos, escaleras, baños, etc. con una propuesta muy a lo Stockhausen, músico ‘experimental’ alemán, quién en 1968 hizo algo muy semejante en su obra Musik für ein Haus (Música para una casa). Lo que también lleva a los escuchantes a moverse ocupando lugares muy ricamente ‘diferentes’, dando así sentido a ese ‘deconstruir’ Derridiano que pide relacionar sonidos con arquitecturas, lugares y significados: somos ‘constructo’ en el espacio y el tiempo.

El ‘bautismo sonoro’ comenzó en sesión matinal con un viaje intergaláctico, a cargo de la Companyia Sonora, que hizo las delicias de peques, papis/mamis y otros escuchantes que pudimos vibrar con la fantasiosa sutileza del colorista sonar de las ‘torres/instrumentos’, hijas del luthier - Ángel Di Stefano – genial donde los haya.

La tarde comenzó – tras unas paellas de visto y no visto – con unas músicas de Jordi Sapena digamos biomínimas que alimentan su ser del convivir con plantas cercanas que nos acompañan en nuestras iluminadas casas. A Jordi le sucedió el dúo conformado por la voz voladora, sutil y viajera de Montserrat Palacios cuyos alados cantares subieron a las pasarelas y terrazas superiores ocupadas por los amontonados escuchantes. Escalones arriba, me encontraba yo en una terracita/cubículo con mi campanario portativo y unas cuerdecitas situadas a lo alto que atravesaban el espacio y de las que pendían cencerros, cascabeles, campanillas, etc. todos ellos suspendidos sobre nuestras cabezas, un sutil movimiento de cuerda accionaba la fragilidad de aquellos cascabeles con los que conseguía enlazar frágilmente, los cantos expansivos y nómadas de Montserrat, quien desde abajo, nos unía con su voz.

En contraste con el revoloteo son del dúo Palacios/Barber, Martí Guillem levantó una gran polvoreda de luz y color con su placa multifónica, de la que surgieron unas fuentes sonoras de recios chorros y chasquidos que se expanden por los distintos rincones del espacio y que llenaron el aire de la estancia de rayos explosivos, nubes, truenos (con y sin rayos) o ronquidos graves y oscuros. Todo un sonar muy electroinsistente y mil veces festivo, siempre a compartir sorpresivamente.

Cuneta/Alba M., cuyos cables, enchufes y anillos estaban situados en el soleado espacio de las oficinas del teatro, nos ofreció una repetitiva obra de pequeños y contrastantes anillos en disciplinado acumular contrapuntístico en canon. Una maravilla esta que cautivará y arrastrará la atención de los escuchas que nos llevara a todos hasta las alturas de un canto de ave que, móvil, volará en la mano de Alba acercándose/acercándonos al nacer vocal de la cantante Montserrat Palacios, quien esta vez se hallaba ubicada en la parte oeste de la estancia con sus teteras silbadoras.

Es Montserrat una cantante -toda piel- cuya voz se extiende por emisiones, alturas y tiempos inusuales. Suele trabajar acercándose a su público, sobre cuyas cabezas hace llover plumas de suaves/blandos andares. Junto a ese confundirse con sus escuchas, Montserrat gusta de acompañar sus voces con instrumentos, diremos, ‘caseros’ como máquinas de coser (singer & singer) o teteras que nos sorprenderán con sus pitidos en glissandi de vapores que se mezclan y confunden con los hilos bucales de ella, creando vuelos sónicos coloreados en paralelo o en cruce. Un sinfín de sorprendentes destellos que abocan las escuchas a un final de comunión con tacitas de té que distribuirá al público como despedida.

Con la puesta del sol y los turbios ocasos del día, salimos todos a la gran terraza de poniente donde nuestro compadre Dr. Truna sacará sus mejores recursos instrumentales, una melange de globotarras, toros cósmicos, violines/celloguitarras, etc. Como siempre en sus intervenciones, Dr. Truna nos hizo viajar por inusitadas sendas de final poco claro: bastará dejarse sonar.

En resolución, tras un día tan poroso, y tras convivir con compañeros tan colegas, distintos y eternos, todos nos felicitamos y postulamos un recoger cables, y olvidar tantas veces aquellas soledades de cuando yo me iniciaba en caminos que hoy nos suenan familiares y que en mi pionera vocación eran concebidos como intrascendentes, peligrosos (por salirse de la composición académica) o incluso insultantes (cierta dirigente institucional me ‘sugirió’ que dejara de fer bobaes); no obstante, gracias al son que se pega en la piel y nos hace insistentes y tenaces yo continúo pensando, y hoy constato, que existe una taxonomía compositiva de nuevos signo que se religa -infalible e inevitable- con la parte más mágica del sonar que tantas veces se nos espetó y que nos hacen dimensionar en todo su poder el espacio: el espacio arquitectónico como el que ahora celebramos/sonamos, el espacio vital desde el que (nos) compartimos, y el espacio abierto a la provocación, a lo desconocido, a lo expansivo y a lo certero. Puede que tras tanto insistir y aprender haya que cantar con Deleuze: ‘La alegria es resistencia: no se rinde’.

Tracking Pixel Contents