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El estrés oxidativo no es el enemigo de la vida, ni la maldición de Saturno. Es más, precisamente las moléculas o especies reactivas de oxígeno que se generan tras la inhalación pueden contener la clave alquímica de la longevidad. Esto al menos es lo que sospechan equipos de investigadores en todo el mundo que estudian qué condiciones y genes hay que controlar para que las dosis, concentración y pulso de producción de estas moléculas sean las adecuadas para que las células realicen sus funciones metabólicas sin los efectos dañinos y agregados de la oxidación.

El catedrático de Bioquímica y Patología Molecular y jefe clínico del Centro de Diagnóstico Biomédico del hospital General de Valencia, Guillermo Sáez, explicó que cuando respiramos y consumimos oxígeno, las células generan unas moléculas reactivas que dan lugar a una serie de efectos de manera muy rápida. Hasta hace diez años sólo se pensaba que eran tóxicas o peligrosas para las células, "por eso han alcanzado tanta popularidad los antioxidantes, los antídotos que sirven para controlar su actividad".

Los famosos radicales libres que son moléculas (especies) reactivas del oxígeno pueden modificar sin orden ni concierto otras piezas del interior de las células como proteínas, ácidos nucleicos, grasos y lípidos y alterar su función. Modificar un ácido nucleico puede significar la puerta al cáncer.

Sin embargo, la ciencia ha comenzado a vislumbrar que el estrés oxidativo puede tener una cara B y que una buena dosificación y equilibrio de estas moléculas o especies reactivas puede generar un efecto protector y longevo en el organismo.

Un arma de doble filo

"Cuando se definan en qué condiciones se puede regular y los genes de los que dependen para que ejerzan un efecto beneficioso, avanzaremos mucho en longevidad", declara el profesor Sáez que apunta que con estas especies reactivas, que son un arma de doble filo -contienen la llave de la vida y de su destrucción paulatina-, hay que conseguir no sobrepasar el umbral que las convierte en tóxicas, pero no hacerlas desaparecer porque son necesarias para las funciones vitales.