Si hay un alimento sobre el que pesa una fama de engordar más que ningún otro ese es el pan. No hay dieta que se precie en la que el pan no se reduzca drásticamente. El motivo: es un carbohidrato y como tal aporta gran cantidad de energía al cuerpo que, si no se utiliza, puede acabar convertida en reserva energética en forma de grasa.

Pero más allá de carbohidratos, dietas y demás aspectos relacionados con la alimentación, lo cierto es que el pan forma parte indisoluble de la dieta mediterránea y es uno de los pilares esenciales de la alimentación. Desde tiempo remoto, el pan se convirtió en uno de los elementos clave de la evolución de las sociedades humanas. El hecho de poder aprovechar la harina del grano como base de una preparación que mejorase su absorción convirtió el pan en la llave de la nutrición humana. En aquellos tiempos poco importaba engordar. El objetivo era comer y alimentarse y ahí el pan demostró ser básico.

Sin embargo hoy en día las prioridades son otras. En el primer mundo el objetivo no es comer y alimentarse sino comer sano y, si es posible, no engordar. ¿Es eso posible con el pan?

La respuesta es muy sencilla. El pan, como cualquier otro alimento tiene propiedades nutricionales que, en función de consumo energético de cada persona, pueden ser adecuadas o no. Además, no todo los panes son iguales. Depende mucho de las harinas a partir de las cuales se elaboran.

¿Cuál es el tipo de pan que más engorda?

Cuáles son los panes que más engordan

Ni todos los panes son iguales ni todos alimentan igual. Poco queda de los panes originales que se elaboraban con el grano completo del trigo o de cualquier otro cereal. Durante la revolución industrial y la explosión de la panificación moderna el pan de consumo más habitual es el pan blanco. Se elabora a partir de harinas muy refinadas en las que no se utiliza el salvado del grano. Estos panes casi no tienen fibra y su índice glucémico es muy alto. Estos dos factores hacen que estos panes sean los que más engorden porque el cuerpo absorbe más fácilmente la energía y se produce un pico de insulina muy importante. Las células absorben toda esta energía y, si no la consumen, la almacenan.

Sin embargo, los panes integrales son más adecuados en dietas donde se busca mantener el peso o, incluso adelgazar. Se elaboran con harinas integrales o enteras. Se utiliza el salvado del grano y son muy ricas en fibra y otros compuestos vegetales e, incluso proteínas. A diferencia del pan blanco, el integral no dispara los niveles de azúcar en sangre ni, por tanto, los de insulina. La absorción de la energía que se obtiene es más lenta y menos agresiva que con las harinas refinadas. Se reduce el estrés oxidativo en las células y también la absorción de energía innecesaria que acabaría convertida en grasa.