J.R.S., Valencia

Aunque la retransmisión en directo por televisión del evento restó asistencia a los alrededores del edificio, la presencia de ciudadanos se hizo notar. Llenaban una parte del Pont de les Arts. Otros optaron por situarse en la orilla opuesta. Otros tantos se agolpaban a las puertas del recinto, a la espera de la llegada de la reina. Hubo incluso quienes separaron la tela que cubría la valla que rodeaba el edificio para ver un poco más de cerca la llegada de los invitados. Sin embargo, no todos pudieron conseguir las mejores vistas. Durante la inauguración, se produjeron numerosas quejas por parte de aquellos que no lograban ver nada de lo que ocurría detrás de unas vallas que superaban los dos metros de altura. Muchos se quejaron indignados, preguntándose si realmente la inauguración se hacía de cara al público o si se prescindía de él.

Aplausos para la reina

Los más previsores se agenciaron un lugar en el Pont de les Arts, la mejor atalaya para ver lo que ocurría dentro de un recinto fuertemente protegido, y que no se parecía en nada a lo que era hace apenas unos días. Ni máquinas, ni obreros ni ruidos. Sólo empleados de protocolo y miembros de seguridad en un entorno en el que la decoración se creó a base de flores y velas.

La llegada de la reina Sofía hizo estallar la tensión, y propició los aplausos más entusiastas por parte de los presentes, muchos de los cuales hicieron protagonista de sus comentarios al edificio, enorme, imponente y que, con la cambiante luz del anochecer, parecía aún más grandioso, convertido ya en un emblema de la ciudad para el siglo XXI.