J.R.S., Valencia

Maazel y García Asensio, al frente de la orquesta Músics, ponían el punto y final a la tensa, seria y protocolaria espera de los cerca de 1.800 invitados citados a la inauguración. Entre señales de asombro, muestras de sorpresa y también de incertidumbre por el futuro, los invitados llegaban al auditorio bajo un estricto control de seguridad y unas rígidas normas de protocolo.

Músicos, asistentes y miembros de la organización se mezclaban entre los primeros invitados que llegaban al recinto. Una vez se entraba al edificio, jalonado por grandes velas, eran separados hacia una de las dos rutas de alfombra roja que había que seguir. La seguridad llegaba a tal extremo que daba la sensación de que quien no sonaba cuando pasaba bajo los detectores de metales, no era protagonista. Y es que más de una invitada tuvo que deshacerse de muchos de sus complementos para poder acceder al coliseo. Y otras eran dejadas entrar por una cuestión de delicadeza, pese a los insistentes pitidos.

La reina Sofía, quien da nombre al auditorio, llegaba con extrema puntualidad, y según el guión previsto. A pie de calle fue recibida por las máximas autoridades, encabezadas por la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y el presidente de la Generalitat, Francisco Camps. Doña Sofía descubrió la placa conmemorativa, firmó en el libro de honor y accedió a la Sala Principal. En escena la esperaban, desde hacía casi diez minutos, los músicos de la orquesta, los miembros del Cor de la Generalitat y los niños de la Escolanía. Maazel salió entre aplausos y se mantuvo a la espera durante varios minutos.

Los primeros compases del Himno nacional fueron la notas que confirmabanque el auditorio suena. Aunque opiniones había para todos los gustos. Algunas voces apuntaban a la ausencia de graves. Otras, al protagonismo que la acústica concede a la orquesta. Todo estaba a punto, aunque una legión de empleados merodeaba por los alrededores en un impasse de espera tras concluir los últimos retoques, y un batallónde azafatas despejaba las dudas a los invitados. Retoques que en el intermedio, antes de que García Asensio tomara la batuta para ofrecer su programa de zarzuela, y mientras la gente volvía a sus localidades, se afanaban en completar.

Calor y trencadís azul

En el interior hacía calor. A muchos espectadores les costó dominar la butaca. A otros les fue imposible. Sin embargo, lo más llamativo era que quedaban asientos vacíos en un interior donde el hormigón blanco se enfrenta al trencadís azul -del mismo color que las butacas- que cubre las paredes. Para muchos resultaba inexplicable cómo no se había logrado que el aforo estuviera del todo completo. Pero fue cuando sonó la música del entreacto tercero de Carmen, que sucedió a las sólidas actuaciones de Roberto Alagna y Ángela Gheorghiu, cuando el público se sintió del todo implicado.

Al edificio de Calatrava aún le quedan aspectos por pulir. Algunos acabados están pendientes de ligeros matices, pero al menos la parte presentada al público, que recibía a su entrada un lujoso libro de casi 500 páginas con el programa y explicaciones de sus compositores, así como detalles de los protagonistas, no dejó entrever grandes defectos, con una correcta actuación de todos los sistemas, tanto de traducción como de megafonía o iluminación.

Cuando pasaban quince minutos de las nueve, la primera página del Palau de les Arts se cerraba con el Himno regional, interpretado por todos los solistas valencianos que habían participado en la gala y con el público puesto en pie y acompañándolos, Fue un emocionante broche para una gala que hoy tendrá una segunda parte con la repetición del concierto de anoche, pero con aquellos que pudieron conseguir una entrada como espectadores. La reina abandonó el recinto al filo dels nueve y media, mientras gran parte del resto de invitados se quedaba en las terrazas exteriores del auditorio, donde se sirvió un cóctel. Un público en algunos casos sorprendido por el repertorio, y que abandonaba el auditorio expectante e ilusionado de que el nuevo edificio responda a las esperanzas creadas, y con una litografía de Calatrava como recuerdo.