Anabel Blancas, Valencia

José Morea (Chiva, 1951) reconoce que es un artista controvertido. Que sus innumerables obras provocan inquietud en el espectador. «No me aburro nunca», asegura. De forma permanente, vive «en una situación de vértigo» loque le ha permitido, a lo largo de sus más de 25 años de trayectoria, «evitar encasillarse». Reflejo de ello es la exposición retrospectiva del artista que, desde ayer y hasta el 26 de marzo, se puede visitar en Las Atarazanas y que reúne 180 obras, acrílicos y dibujos de técnica gestual y gran riqueza crómatica, que muestran las distintas etapas de su vida pictórica.

Morea es uno de los representantes más lúcidos de la renovación pictórica valenciana de los años 80 del siglo pasado. La exposición refleja su quehacer pictórico a través de distintas fases y según él mismo considera, también sus estados de ánimo. De ahí que haya cuadros muy coloristas y otros más tenebrosos. Morea, sin embargo, apostilla que su obra «es más colorista».

El extenso recorrido de la muestra, montada por Ximo Lara, permite comprender mejor las líneas que marcan ese itinerario artístico que ha seguido el artista valenciano hasta hoy, y también permite vislumbrar los caminos que se abren ante él y por los que puede discurrir en el futuro su inquietud creadora.

El comisario de la muestra, Vicente Jarque, acompañado por la secretaria autonómica de Cultura, Concha Gómez y la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, María José Alcón, explicó que la retrospectiva «está centrada principalmente en el autorretrato imaginario, recreaciones inspiradas en sus viajes, experiencias personales, sus relaciones y su entorno cotidiano».«Los autorretratos de Morea -prosiguió-- no juegan tanto con la fidelidad al modelo, como, más bien, con una necesidad de autoinvención, una pulsión por representar la propia identidad como algo cada vez diferente y cada vez más renovado». El comisario explicó que lo que la exposición «pone de manifiesto es que Morea es capaz de retratarse asumiendo identidades diferentes, mientras que el conjunto nos ofrece al final una imagen poliédrica, pero no por ello menos exacta, de quién es a fin de cuentas». Morea aseguró también que a la hora de crear no tiene tiempo para otra cosa: «Soy bastante bestia trabajando. Y son muchos años trabajando».

El comisario apuntó que no se ha hecho una antológica porque hay algunas ausencias importantes. Sin embargo, uno de los cuadros que se pueden contemplar es El profeta en su pueblo, óleo que pintó en 1996 para la Iglesia de Chiva. Esta pintura, de grandes dimensiones, no sólo no gustó a la Iglesia sino tampoco, según explicó Morea, a un sector de los feligreses, por lo que no se colgó como estaba previsto. El artista asegura que «lo hice de forma muy respetuosa pero el espectador extrajo una idea perversa. La verdad es que no soy profeta en mi tierra, aunque me siento muy querido».