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La vida de las 25 madres y los 21 niños que ahora ocupan el módulo maternal de Picassent sería aún más dura sin Paqui Romero y Gloria Marco, miembros de la ONG valenciana Padre Garralda-Horizontes Abiertos. Llevan más de 10 años yendo cada domingo a Picassent para ayudar a las reclusas y a sus hijos. Con ellas colaboran medio centenar de voluntarios que se encargan de sacar a los niños de la cárcel dos domingos al mes. Se llevan a los pequeños al jardín de Viveros, al cauce del río, a la piscina, a la playa, al zoo, al Mercado Central, a ver los belenes, al puerto, a la exposición del Ninot… A disfrutar, en definitiva, de la libertad arrebatada.

«Cuando salen a la calle, los niños se asustan de los perros, los gatos, las palomas, las motos y hasta de los hombres mayores porque nunca han visto nada de eso en la cárcel», relata Paqui. También les sorprende que, cuando los niños van de campamento, «nada más entrar en la habitación cierran la puerta inmediatamente y se entretienen enciendiendo y apagando las luces, algo que nunca pueden hacer». Con las salidas y las excursiones, Horizontes Abiertos intenta ponerles en contacto con los estímulos que les impide el cautiverio.

«Lo ideal: familias de acogida»

Pero no es suficiente. Conocedoras como pocos de la evolución de estos niños, Paqui y Gloria piden que se acabe con el internamiento de niños en los centros penitenciarios. «Estar en la cárcel no les hace ningún bien. A las madres sí, pero ellos no han cometido ningún delito y no tienen por qué vivir esa experiencia. Porque esto no les lleva a ningún sitio. Así sólo estamos criando niños para la delincuencia», advierte Paqui Romero.

Gloria propone la alternativa: «Hay que facilitar que el niño que no tenga familia fuera, o que ésta no pueda asumirlo en condiciones, acabe en una familia de acogida. Hay muchas que estarían dispuestas a acogerlos, pero las trabas burocráticas son enormes. Hay que facilitar esos procesos administrativos», reclama Gloria.