La película "El último exorcismo", del director alemán afincado en EEUU Daniel Stamm, se ha situado con derecho propio entre las favoritas en la sección competitiva de la presente edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges.

Cuando el reverendo Cotton Marcus llega a la granja de la Luisiana rural de Louis Sweetzer, espera realizar otro exorcismo de rutina al típico fanático religioso perturbado, quien se ha puesto en contacto con él como último recurso, convencido de que su hija adolescente Nell está poseída por un demonio que es necesario exorcizar.

Incapaz de aguantar el cargo de conciencia que soporta tras años de sacar dinero a creyentes desesperados, Cotton ha decidido filmar un documental confesional del que quiere que sea su último exorcismo. Sin embargo, al llegar a la granja familiar, completamente bañada en sangre, no tardará en hacerse evidente que nada podría haberlo preparado para el auténtico mal que allí encuentra.

Stamm ha dicho hoy en la presentación que "en ningún modo quería hacer una nueva versión de 'El exorcista'", sino que pretendía hacer un filme de 2010, o sea, que ya se había hecho la película, y de hecho, el protagonista tiene el filme de William Friedkin como fuente de inspiración en su escenificación. "Sabe lo que el cliente quiere y lo que espera".

Cualquier parecido con películas con cámara objetiva nerviosa como "REC" o "El proyecto de las brujas de Blair" es pura coincidencia: "Mi película no era de terror como esas cintas y, por tanto, no las tuve en cuenta", ha indicado el cineasta alemán, para quien "la regla principal en este caso era la actuación".

Preguntado por la suspensión de la incredulidad a la que obligan los falsos documentales en el cine, Stamm dice en su descargo: "Entiendo la motivación que les llevaría a los reporteros a seguir filmando, porque si tienes un buen material sigues filmando y siempre dices 'una escena más'".

Dos cuestiones se pueden plantear ante este tipo de películas: "¿por qué siguen filmando? y ¿cómo han llegado las cintas?, pero nosotros -añade- hemos preferido no dar una explicación".

Admite Stamm que hay dos partes bien diferenciadas en "El último exorcismo", unos primeros 45 minutos en los que el espectador cree estar viendo un documental real, con episodios de humor por parte del reverendo protagonista, y una segunda parte de terror psicológico.

"Si al principio ya empiezas con el terror tienes que ir aumentando la tensión y resulta difícil mantener la atención del espectador, por eso quería una película con una médula espinal sólida, en la que el humor era una herramienta importante".