El Tribunal de Estrasburgo decidirá si la jerarquía eclesiástica vulneró el derecho a la intimidad de José Antonio Fernández Martínez, el cura murciano en espera de la dispensa sacerdotal hasta 1997 y que ese mismo año fue despedido como profesor de Religión por estar casado. "Durante el tiempo que ejercí, jamás inculqué a mis alumnos valores ajenos a los principios de la Iglesia", señala.

El Alto Tribunal decidirá, además, si el Ministerio tiene que restablecer su honor y concederle algún tipo de indemnización por el tiempo que se le impidió seguir trabajando como docente hasta que se jubiló en un instituto de Mula, del que fue despedido. Todo comenzó cuando José Antonio se enamoró de la que, tras 25 años, sigue siendo su esposa. Optó por colgar los hábitos, una decisión difícil en aquellos años 80, se casó y tuvo cinco hijos.

En 1984 pidió la dispensa del sacerdocio y tuvo que buscarse otro empleo en una fábrica. Luego estudió Filología Clásica y comenzó a dar clase de religión en un instituto de Caravaca de la Cruz, desde donde fue trasladado a Mula. Allí fue sustituido en su puesto.

Decidió entonces reclamar al Episcopado. Los obispos contestaron que algunos padres "podrían contrariarse". A partir de ahí, el "cura casado" comenzó su camino de tribunal en tribunal. La Audiencia Provincial de Murcia le dio la razón; el Obispado recurrió al Supremo, que revocó este fallo. Sus abogados la elevaron entonces al Constitucional en el 2007, donde tampoco hubo suerte.

Finalmente, será el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo el que decida en un juicio rápido si se vulneraron los derechos a la privacidad, a la libertad ideológica y de expresión.