En la era de los mensajes por correo electrónico, vía teléfono móvil o a través de las redes sociales, todavía quedan 308 románticos valencianos enganchados a las palomas mensajeras. Es cierto que los colombófilos del siglo XXI ya han prescindido del uso práctico de las palomas, esa gran capacidad de orientación para volver a casa que las hizo anunciadoras de noticias trascendentales: los campeones olímpicos en la antigua Grecia; las crecidas del río Nilo para salvar vidas egipcias; los avances del desembarco de Normandía para ayudar al ejército aliado en su derrota del Tercer Reich… Aquello queda para los libros de historia y el orgullo de los devotos de este arte transformado en deporte a principios del siglo XIX y que en la Comunitat Valenciana arrastra a fervientes seguidores.

Primero, cabe diferenciar la colombofilia de la colombicultura. Aquí no se trata de coloms que cortejan a la hembra, un deporte que supera las 8.500 licencias en Valencia, Alicante y Castelló —¡más que el atletismo o el balonmano!— y que cuenta con más de 410 clubes, centros de entrenamiento de pago, campus juveniles, fichajes de palomos que alcanzan los 10.000 euros y una intensa temporada con más de 200 concursos. Nada de eso ocurre en la colombofilia, un deporte mucho más modesto: tiene 308 licencias en la Comunitat Valenciana, aunque en los campeonatos de 2011 sólo participaron 133 personas. Sin embargo, tiene un regusto más atávico: las palomas son soltadas a cientos de kilómetros de sus casas y compiten por llegar cada una a su nido con la mayor velocidad punta de todo el pelotón.

Un sistema de chips en las patas de los animales y en los nidos, unos relojes especiales y un programa informático específico que extrae la velocidad media de cada paloma concursante según la distancia en línea recta entre el punto de salida y el de llegada, completa la logística de este deporte que se inicia engabiant los animales en jaulas, que sigue con el traslado de las palomas en un camión especial a la distancia convenida (a 300, 500 ó 750 kilómetros de Valencia) y que culmina con la solta de las palomas: el delegado de suelta abre las jaulas y todas inician el regreso a sus respectivos palomares. Y vuelan a una velocidad que, en condiciones atmosféricas normales (y salvando a sus principales enemigos: los halcones), ronda los 50 km/h. de media y con velocidades punta de hasta 80 km/h.

La «mili» en un palomar

Y mientras las mensajeras vuelan hacia sus casas en sus viajes de 8 o 10 horas, gente como Edelmiro García espera impaciente la llegada de sus animales. Tiene 43 años y el año que viene cumplirá sus bodas de plata como colombófilo. No es casual usar la palabra boda. Más que una afición, lo suyo es una pasión, un sentimiento. Directivo de la Federació Colombòfila de la Comunitat Valenciana e hijo del presidente federativo, Edelmiro heredó la afición de su padre y le pegó fuerte. Tanto, que prestó el servicio militar… en el palomar de la Unidad Regional de Transmisiones III de Paterna. Sí, porque hasta el año 2010 la colombofilia era también una actividad militar. Ahora, Edelmiro va cada día a su colomer de Nàquera a entrenar a sus animales. «En época de caza sólo los soltamos, por prevención, lunes, martes, miércoles y jueves, porque más de una paloma ha vuelto con perdigones. Pero si la veda está cerrada, los soltamos cada día para que cojan horas de vuelo y musculatura. Incluso hay días que los soltamos dos veces: un rato por la mañana y otro por la tarde», explica.

Si se pone a relatar anécdotas, Edelmiro no para de engarzar una con otra. «En la Segunda Guerra Mundial, el Ejército británico condecoró a 32 palomas mensajeras por sus méritos en el conflicto, en el que tuvieron que esquivar al escuadrón de halcones que había adiestrado el Ejército alemán para interceptarlas. Pero ahora —continúa—, la fiebre de la colombofilia está en China. ¡Los chinos están locos con esto porque lo mezclan con las apuestas! Y compran en subastas por internet con precios que llegan a los 20.000 euros las mejores palomas mensajeras de Holanda y Bélgica, que es la verdadera cuna de este deporte, para destinarlas a la reproducción y conseguir así los mejores ejemplares. Y no creas, que el perfil del colombófilo es muy variopinto: entre nosotros hay labradores, abogados, mecánicos, veterinarios, jubilados y algún menor de edad… y hasta un médico anestesista de La Fe, que el año pasado quedó campeón. Y para ganar, cada uno tiene sus trucos de motivación.

Como la técnica del «viudaje»: al macho se lo aparta de su hembra durante mucho tiempo y, el día de la competición, antes de ser enjaulado y subir al camión, al macho se le muestra a su hembra (sin permitirle el contacto) y así se despierta su excitación. ¡Luego viene que se las pela a su palomar!», cuenta Edelmiro, que ha sido campeón de España de fondo y que acaba de comprar una pareja de mensajeras holandesas por 400 euros para la reproducción.

Eso sí: es de los pocos que no deja de criar la raza valenciana del magany (ahora queda alrededor de un centenar de ejemplares), la paloma utilizada por los antiguos pescadores valencianos para enviar mensajes a casa con la pesca del día desde alta mar. Así, la mujer podía ir a la lonja a vender el pescado y, cuando el marinero llegaba al puerto, le decía la famosa frase: «Ja està tot el peix venut». Y todo, gracias a las palomas mensajeras.

¿Qué paloma es la más bella?

Al profano en la materia puede resultarle extraño, pero aparte de la competición propia de las palomas mensajeras —llegar más rápido que sus oponentes— hay otra gran rama en la colombofilia: las exposiciones. Se trata de concursos de belleza de palomas. ¿Cuál es la más perfecta? No sólo es una apreciación subjetiva. El estándar internacional, que aplican los jueces del concurso, fija una puntuación concreto según los siguientes aspectos: Cabeza, ojo y expresión (8 puntos), osamenta, quilla y horquilla trasera (8), espalda, rabadilla y unión de cola (17-18), equilibrio y musculatura (27-28), y ala y calidad de pluma (27-28). Este fin de semana se está celebrando en la localidad alicantina de Villena la exposición autonómica valenciana, con unas 60 palomas que compiten en varias categorías: pichones de belleza, adultas de belleza… Todo un mundo que hace más peculiar este deporte.