La próxima generación de automóviles, que se caracterizará por intentar cubrir todas las necesidades personales de movilidad, se fragua en una profunda revolución tecnológica donde destacarán los sistemas inteligentes desarrollados para fomentar la conectividad, optimizar la eficiencia energética, mejorar la seguridad y respetar el medio ambiente.

Mientras los economistas intentan poner cifras a la crisis y las administraciones se muestran impotentes para encontrar la senda adecuada de la recuperación, los fabricantes de coches trabajan más que nunca en busca de un esplendoroso porvenir. Realizar un viaje al futuro del universo de la automoción permite descubrir un radiante escenario, caracterizado por la irrupción de apasionantes innovaciones técnicas.

Si durante los últimos tiempos ha existido cierta escasez de novedades automovilísticas, ha sido debido a la depresiva situación económica internacional, que ha frenado el proceso de lanzamiento de múltiples proyectos. Sin alimentar la llama de las fastuosas presentaciones en sociedad de nuevos vehículos, el fuego del desarrollo tecnológico ha seguido ardiendo como una brasa, agazapado en los centros de investigación de las empresas del sector, que están poniendo a punto un aluvión de coches que sorprenderán con sus avanzadas soluciones.

El apartado automovilístico que crecerá con mayor rapidez durante los próximos años está relacionado con la industria de los smartphones, que pasarán a ser un complemento imprescindible en cualquier coche nuevo que pretenda cosechar cierto éxito comercial. Hoy, muchos modelos ya cuentan con conexiones para emplear los teléfonos como sistemas de almacenamiento musical o navegadores, además de gestionar directamente la función de manos libres para llamar sin perder la vista de la carretera.

Pero los smartphones asumirán muchas más funciones automovilísticas en un mañana inmediato. A través de sistemas de localización, el usuario podrá estar permanentemente informado del lugar en el que se encuentra su coche. Además, mediante control remoto se podrá gobernar la climatización para encontrar el habitáculo a la temperatura deseada antes de ponerse en marcha. También se dispondrá de una valiosa información sobre las plazas libres de aparcamiento. Y por si fuera poco, en caso de contar con un modelo eléctrico, se podrá consultar el mapa de las estaciones de carga y el estado energético de las baterías.

Que algunos de los coches de más reciente aparición cuenten con monitores que ofrecen la información mediante iconos inspirados en el panorama telefónico no es fruto de la casualidad. Según todas las previsiones, los dispositivos tipo iPad se pueden convertir en complementos habituales, puesto que ejercerían una función perfecta como pantallas táctiles multifunción y podrían adoptar incluso parámetros de instrumentación. El fulgurante crecimiento del panorama de las aplicaciones telefónicas, pues, parece dispuesto a marcar los próximos pasos del destino del automóvil.

Pero más allá de la imparable irrupción de la telefonía, el principal reto que tienen planteado las empresas del automóvil es dar una respuesta adecuada a cada una de las necesidades individuales de transporte que existen en el mundo, y hacerlo del modo más adecuado para garantizar el futuro del planeta. Para determinar el tipo de propulsión más indicado, tan importante resulta tener en cuenta las distancias cotidianas previstas por el conductor como contar con las diferencias energéticas y de normativa que caracterizan a una región determinada.

Aunque se hable mucho de las fuentes de energía alternativas al petróleo, las mejoras introducidas en los motores de combustión deberían permitirles sostener su supremacía a corto plazo. Tras haber frenado su escalada de dimensiones, los propulsores convencionales han entrado en una época de downsizing, lo que significa reducción de cilindrada y apuesta por la eficiencia. El secreto de tal tendencia reside en el razonable destino que se ha encontrado para el turbo y la inyección directa, dos elementos que mejoran las prestaciones y rebajan los consumos y las emisiones.

Pero el crecimiento exponencial que están experimentando las ventas de los modelos equipados con propulsión híbrida parece que los podría catapultar hacia el liderato en pocos años. Esta tecnología combina el funcionamiento de dos motores distintos en busca de la eficiencia. Se trata, fundamentalmente, de aprovechar las mejores virtudes de los carburantes y la electricidad, que comparten protagonismo para moderar las necesidades energéticas de los vehículos.

Los automóviles eléctricos, por su parte, han alcanzado ya el esperado grado de madurez que les permite empezar a ser considerados una alternativa realista con visión de futuro. Su principal inconveniente proviene de las limitaciones de autonomía y de los prolongados periodos de recarga que precisan sus baterías cuando se conectan a la red convencional. Para un uso urbano, lo cierto es que tienen un esperanzador porvenir inmediato, pese a que urge un decidido impulso en lo tocante a las infraestructuras para que sus propietarios no tengan dificultades para encontrar un punto de recarga.

La pila de combustible, una tecnología defendida por diversas marcas de coches que la han llevado a alcanzar un grado de desarrollo idóneo para la fabricación en serie, deberá esperar al largo plazo para asumir cierto protagonismo porque su implantación depende de la voluntad de los gobiernos y las empresas energéticas, que deberían apostar por crear infraestructuras de generación y suministro de hidrógeno. Este avanzado sistema de propulsión se basa en una reacción química que genera la electricidad necesaria para mover los vehículos, además de contar con la ventaja de que por el tubo de escape se emite únicamente vapor de agua.

El papel de la eficiencia energética es la clave que impondrá, sin duda alguna, que todos los coches del mercado vayan equipados dentro de poco tiempo con sistemas de frenada regenerativa. Estos mecanismos permiten aprovechar la inercia para generar electricidad y alimentar las baterías. En un lejano porvenir, probablemente, los automóviles también podrían aprovechar la superficie del techo como soporte de células fotovoltaicas destinadas asimismo a suministrar energía para los sistemas eléctricos.

Lo que parece que tendrán en común todos los automóviles futuros es la transmisión automática, destinada a enterrar definitivamente los cambios manuales. La explicación es muy simple, puesto que las nuevas tecnologías de vocación ecológica necesitan que sea el propio cerebro electrónico del vehículo el que decida los parámetros esenciales de funcionamiento para garantizar la eficiencia del conjunto y evitar que el conductor ejecute un manejo manual inadecuado.

En otro campo de estudio, la industria del motor no es ajena a la pujante tendencia de reciclar los materiales, asociada a la preocupación por el medio ambiente. Hasta hace poco, los fabricantes de coches habían realizado un arduo trabajo para que sus productos incrementaran los índices de reutilización. En la actualidad, diversos modelos cuentan ya con algunas piezas fabricadas a base de compuestos sintéticos reciclados, una línea de trabajo llamada a ganar enteros en un horizonte temporal muy próximo.

Además, uno de los polos más interesantes de investigación que obsesionan a los ingenieros del sector de las cuatro ruedas reside precisamente en la reducción del número de piezas de origen compuesto. Lo que se pretende es incrementar gradualmente el peso específico de las fibras naturales en el conjunto de los elementos que componen un coche, con la finalidad de mejorar sus niveles de reciclado cuando llegue el fin de su vida útil.

Al tratar sobre los materiales que triunfarán en el universo de la automoción en el porvenir, tan importantes resultan su origen y la facilidad para reciclarlos como su ligereza. No en vano, rebajar el peso de los coches se ha convertido en otra de las principales metas de los ingenieros. El motivo es muy simple, puesto que las leyes de la física indican que el gasto de energía viene determinado directamente por los quilos que se tenga que poner en movimiento. El aluminio y la fibra de carbono no son baratos, pero el ahorro energético que conlleva su utilización puede compensar su costo diferencial con el paso de los kilómetros.

En cuanto al diseño de las carrocerías del mañana, aunque cada marca aplique su sello estético particular, las formas quedarán sumamente condicionadas por factores aerodinámicos. La lucha contra el viento es uno de los secretos mejor guardados para mejorar la eficiencia energética de los coches; sin embargo, no hay duda de que se impondrán soluciones como los suelos carenados, que mejoran el flujo del aire porque impiden la formación de turbulencias que frenan el avance. A largo plazo, podrían imponerse incluso las llantas inteligentes, todavía en fase de investigación, que desdoblan sus brazos para obtener una superficie totalmente lisa y mejorar la aerodinámica.

Pero el porvenir de la automoción no se puede afrontar sin reservar un capítulo esencial a la electrónica, que amplía su radio de acción con cada novedad que irrumpe en el mercado. Mediante las centralitas inteligentes, es posible adaptar el funcionamiento de múltiples parámetros a los deseos de los conductores o las necesidades dinámicas del momento. La gestión de la transmisión, el reglaje de las suspensiones, el tacto de la dirección e incluso la respuesta del motor pueden modificarse con cerebros electrónicos que responderán a las órdenes dictadas por el usuario para satisfacer sus inquietudes y dar al coche el carácter solicitado.

La electrónica será fundamental también para sacar el máximo partido a los motores eléctricos, que además de proporcionar propulsión deberían funcionar adecuadamente como generadores de energía en las fases de deceleración. Además, su adecuada gestión ejercerá un importante papel en materia de seguridad, puesto que se puede obtener interesantes beneficios dinámicos que redundan en la mejora de los sistema de control de estabilidad con el fin de impedir los derrapajes.

La dirección inteligente, disponible ya en algunos modelos actuales, tiene visos de convertirse en una solución mayoritaria. Este avanzado sistema detecta las situaciones de peligro en la carretera y se encarga de sugerir la corrección de volante idónea mediante sutiles impulsos que advierten al conductor a través de las manos. Es previsible también que los asistentes de aparcamiento adquieran en breve un alto grado de perfeccionamiento que permita las maniobras más complejas de modo totalmente automático, sin que sea necesario girar manualmente ni actuar siquiera sobre los pedales del acelerador y el freno.

Adoptadas en principio para facilitar el aparcamiento, las cámaras tendrán un papel fundamental en la seguridad del futuro, puesto que junto con los radares serán los mecanismos encargados de informar al automóvil sobre los posibles peligros que lo rodean y fomentar su intervención activa para evitar accidentes. En caso necesario, el coche debe detenerse sin que el conductor pise el pedal de freno, para evitar tanto una colisión como un posible atropello si pueden ser anticipados por los sistemas de detección.

Ahora puede parecer todavía cosa de ciencia ficción, pero falta poco tiempo para que los automóviles sean capaces de circular por sí solos en situaciones de tráfico denso. Se trata de combinar diversos sistemas existentes y perfectamente comprobados. El asistente de retenciones, que no debería tardar en aparecer en el mercado, se encargaría de arrancar y mantener la distancia de seguridad respecto al coche que circula por delante, controlado con radares de proximidad. Con el fin de circular adecuadamente, las cámaras que se emplean para controlar el carril ejercerían de guía para regir la dirección.

Para más adelante quedaría la hipotética evolución de los sistemas de comunicación entre automóviles, que necesitan un complejo soporte de navegación para fijar con exactitud sus movimientos. Y aunque en la situación de crisis actual no pueda ni plantearse que los gobiernos occidentales afronten inversiones desmesuradas en infraestructuras, sería deseable que no se dejase de investigar sobre las posibilidades de futuro que entrañan las carreteras inteligentes. Su cometido podría ser prioritario para mejorar el flujo general de vehículos y la seguridad mediante la información que proporcionarían a los coches y sus posibilidades de gestión del tráfico.

Ante tal derroche de tecnología, el diseño puede perder cierta dosis de importancia, aunque no hay que olvidar que la estética sigue siendo el factor de compra prioritario en el mercado español. Y es que un coche enamora a través de los ojos, por mucho que se empeñen los ingenieros en explicar aspectos tan interesantes como el milagro del espacio habitable que se consigue mediante la reducción del tamaño de cada componente.

Dado que los automóviles, al fin y al cabo, se viven por dentro, y sin menospreciar la revolución tecnológica que se avecina, las empresas del sector no deberían olvidarse de las inquietudes de los clientes. Y es que muchas veces puede causar mayor efecto crear un sitio idóneo para tener el bolso a mano que encontrar la piedra filosofal que permita rebajar unas décimas el consumo de carburante.

Los concept cars se han consolidado como la mejor fórmula para mostrar las constantes innovaciones tecnológicas que caracterizan al sector de la automoción. Pero esta especial tipología de coche experimental, que suele acaparar las miradas en los salones internacionales, puede asumir múltiples naturalezas. Y es que algunos de estos llamativos prototipos tienen únicamente funciones exhibicionistas, mientras que otros cumplen una importante misión como avanzadilla estética de modelos de serie de futuro lanzamiento.