Judy Garland cantaba, en la maravillosa película El mago de Oz, que «en algún lugar, sobre el arco iris /muy en lo alto /existe una tierra que soñé /una vez en una canción de cuna». La moda se refugia en esos reinos mágicos al otro lado del arco iris. Sueña en technicolor con un futuro mejor, vuela como un pájaro o una mariposa y protagoniza seudoregresiones freudianas a la infancia —ese lugar confortable y seguro—. De repente funde a negro y convierte a los y las modelos en mutantes medusa. Literal. La moda dixit. ¿Hacia dónde evolucionará la especie? ¿hacia dónde su segunda piel?

La canaria Aurelia Gil, en Oz, transita lo naïf en cuadritos vichy, estampados y vestidos coloristas que oscilan de lo ingenuo a lo cañero hasta desembocar en una especie de Dorothy barbie de extrarradio. Vestidos y pichis, gafapastas, los chapines rojos homenajeados evolucionan a lycras en tonos ácidos. En el filme de Víctor Fleming—adaptación del texto de L. Frank Baum—el espantapájaros, el hombre de hojalata, el león cobarde y Dorothy recorren el camino de baldosas amarillas para pedirle al mago sus respectivos deseos: un cerebro, un corazón, valor y volver a casa.

El también canario Antonio SangóoValencia Fashion Week está hermanada con Moda Cálida— fue el primero en mostrar hombre en esta edición. Una colección mixta en blanco y negro o neutros, con falditas tableadas tenis también para ellos.

Las Encarnis Tomero —artesanas valencianas afincadas a dos pasos del Mercat Central— son de las que sueñan con volar, aunque sus aves son urbanas con algo de granjeras. Vestidos de punto de algodón sin mayores complicaciones con plumas y bolsillos que asoman. Guillermo del Mar también se pone las alas, pero las de mariposa. Su Butterfly no es la Madame de Puccini, sino la lepidóptera. Vestidos largos capeados y estampados.

Juana Martín, la mujer (Córdoba, 1974), la diseñadora, la gitana, se dio a conocer en la indumentaria flamenca. Juana Martín, la colección (la de ropa la presenta en Madrid), acuña un nuevo concepto: el baño couture. Dorados y complementos XXL y bling bling para unos biquinis minúsculos con tachuelas oro (o plata sobre blanco) con chaquetas o vestidos tan sofisticados que pueden llevarse para tomar el té no con los Windsor, pero desde luego sí con los Grimaldi. Rosa chicle.

Y cuando el ojo se iba acostumbrando a tanto buenrollismo y tanto pastel va Assad Awad y vuelve a epatar. Awad es un libanés de Lavapiés, aunque suene cacofónico, cuyo taller descubrió un buen día el estilista de Lady Gaga. De su fragua de Vulcano particular —porque Assad trabaja sobre todo el cuero y el metal— salieron las coronas de espinas, los arneses o las gafas que ha lucido la diva. Y la segunda colección presentada en la pasarela de Valencia. Awad sostiene que la medusa es uno de los mejores ejemplos de éxito evolutivo. Y a partir de estos seres acuáticos crea, en cuero (el primer vestido del hombre) y látex (tecnología) prendas que parecen más que cubrir, fundirse con la piel, dando a luz a inquietantes mutantes. Complementadas por máscaras doradas que evocan antiguos ritos funerarios. De impacto.

La "hégira" de los diseñadores valencianos

La valencianía de la VFW fue uno de los caballos de batalla que llevaron al galope a los diseñadores locales a la escisión. La pasarela nacida Del Carmen daba cabida, bajo la batuta de Francis Montesinos, a los creadores de la terreta, mejor si eran noveles. Tras la reconversión a Semana de la Moda de Valencia, Valencia Fashion Week poco después y con Álex Vidal en la dirección, la pasarela quiso aprovechar la crisis barcelonesa y las exigencias madrileñas para abrirse a otras modas. Así llegaron nombres como Ion Fiz, Juana Martín o Assad Awad. Ahora que las vacas no por «fashion» son menos flacas, la Generalitat quiere que la cada vez menor subvención pública se quede en casa. La VFW sigue abierta a los foráneos, pero éstos deben pagar una cuota por desfilar, a diferencia de los de aquí. Pese a ello, en la jornada de ayer las firmas de fuera ganaban a las anfitrionas por cuatro a dos. Y es que la crisis se ha cebado con especial inquina en los modistos valencianos. Zambrano está centrado en sus complementos, Nona se especializó en novias, Tonuca se retiró a sus cuarteles de invierno, Coppolella o Dragomir también se han apeado y Alejandro Sáez de la Torre trabaja ahora en un hotel de Eivissa.

s. g. valencia