Un brindis por Dior
Mara Calabuig
Ha venido a ser un pequeño homenaje, en este 55 aniversario, el encuentro que Alfredo Esteve organizó para dar a conocer la actual colección masculina de Dior, realizada por el belga Kris Van Assche. La tienda, ornamentada con terciopelo negro, abría sus escaparates entonados en rojo y gris, color éste característico en la decoración de la sede de París. Y, como brindis a la memoria del gran "couturier", una cata del exquisito champagne Dom Perignon, inserto en el mismo conglomerado de industrias de lujo que Dior.
Tras la sabia introducción del enólogo Xavier Monclús, elevaron sus copas -acompañándolas con sabroso jamón Lazo- los cuarenta y tantos escogidos invitados: médicos, empresarios, arquitectos, nombres conocidos como Julio Baviera, Antonio Tormo, Luis Piqué, Antonio Salinas, Onofre de Miguel, las hermanas Alexander y el presidente de la Academia Magistral de Gastronomía, José Luis Palencia. Junto a Alfredo Esteve, otro promotor del acto, el incuestionable experto en el arte del buen beber, Javier Monedero.
Según Christian Dior, "la uniformidad es la madre del aburrimiento". El deseo de cambio actúa como poderoso resorte en el rumbo de la moda. Por su parte, Esteve añade una manera personal de presentarla, mediante estilismos que a veces choca, pero que inmediatamente se revelan como atinados toques de variedad o sorpresa. Por ejemplo, coloca los "smokings" sobre camisetas de algodón en lugar de chalecos de seda, y las trenkas de paño las contrasta con sofisticadas pajaritas.
En una conferencia le oí decir al filósofo José Luis Pinillos: "El hombre es lo que cree ser. La vida es una interpretación de sí misma". A esa interpretación voluntaria contribuye sin duda la moda, eficaz para elaborar la propia imagen. Y es bien sabido que el aspecto externo condiciona la actitud interna, lo que cada uno cree -y quiere- ser. El hombre actual, ya suficientemente desacomplejado, ha de saber hacer de la moda y sus variantes un instrumento útil, agradable y creativo, a su servicio. Pero es la mente la que trabaja. Como dijo también Christian Dior, englobando a sus colegas de profesión en el juicio, "somos mercaderes de ideas".
Ideas que, en ocasiones, van más allá de la ropa de hombre o de mujer y se materializan en objetos especialísimos, como el frasco del conocido perfume diorístico J'adore, diseñado por Jean Michel Othoniel en cristal de Murano, que alcanza un precio de 3.500 dólares. Las opiniones apuntan a que se trata de una pequeña obra de arte, no para colgar de la pared, pero sí para lucir sobre una mesa auxiliar o en la estantería del cuarto del baño.
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