La última batalla de la Tizona

Las hijas del cuidador del XV marqués de Falces reclaman parte del dinero de la venta a la Junta de Castilla y León

La mítica espada Tizona que supuestamente perteneció al Cid.

La mítica espada Tizona que supuestamente perteneció al Cid. / JUAN ANTONIO MARTíNEZ

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El Juzgado número 72 de la plaza de Castilla de Madrid debe decidir sobre la propiedad de un objeto histórico, casi mítico, la Tizona, la espada del Cid que le condujo a mil victorias. Mercedes y Olga, hijas de Salustiano Fernández, un pescador que cuidó del XV Marqués de Falces -ciego y último propietario antes de que el arma pasara a la administración- reclaman una parte del legado, que cifran en algo más de 700.000 euros. Pedro Velluti y Murga, el marqués, heredó el acero de su antepasado Antonio Carrillo de Peralta, II Marqués de Falces. La historia cuenta que el rey de Aragón, Fernando el Católico, se la regaló en agradecimiento según una versión por su papel en la incorporación del reino de Navarra y según la de los herederos por mediar en el matrimonio de los Reyes Católicos.

La espada de Rodrigo Díaz de Vivar (Vivar, Burgos, 1043-Valencia, 1099) había llegado a manos de los Reyes Católicos a través de las hijas de éste, Elvira y Sol, casadas con sendos condes catalanes. Durante siglos permaneció en el Palacio de Marcilla de los Falces. Después de la Guerra Civil, en 1944 la espada quedó expuesta en el Museo del Ejército de Madrid. El XV marqués de Falces, depositario del estoque junto con su hermana Olga, marquesa de Cerro de la Cabeza, decidieron en mayo de 1980 prestar la espada al museo y así formalizaron la cesión mediante documento notarial. Pero José Ramón Suárez de Otero Velluti, heredero de Olga y nuevo marqués ya que su tío no tuvo hijos, vendió la Tizona a la Junta de Castilla y León en mayo de 2008 por un precio que fuentes del Gobierno castellano cifran entre 1,6 y 7 millones de euros.

Antes, hubo una larga y tensa negociación. Las conversaciones para la venta de la espada se iniciaron en 1999 con el Ministerio de Cultura. En 2003 hubo un principio de acuerdo por un millón y medio de euros pero apareció un informe que rebajaba su valor hasta los 200.000 o 300.000 euros y finalmente el ministerio, que a diferencia de la Junta de Castilla y León, dudaba de su autenticidad, finalmente decidió no adquirirla.

En medio de toda esta situación, y ante la decisión de venderla, la Audiencia Nacional dictó un fallo decidiendo que este alto símbolo de la Historia de España, permaneciera únicamente en poder del Estado para evitar que pudiese salir del país. El marqués accedió a que la espada no saliera del territorio nacional y que permaneciera en el Museo del Ejército mientras estuviese en su propiedad, pero se reservó el derecho a venderla.

Tras la venta a Castilla y León, la espada se expone en el Museo de Burgos, donde está enterrado el Cid Campeador. Sin embargo, a este destino llegó sin conocimiento de las que se reclaman también herederas y este es otro de los argumentos de la actual demanda, ya que éstas son partidarias de que regrese a Madrid.

El XV marqués de Falces murió sin descendientes y nombró a su cuidador heredero universal. Las hijas de Salustiano, ya fallecido, litigan por la copropiedad y reclaman la mitad del dinero pagado a Suárez del Otero por ella. El asunto quedó ayer visto para sentencia.

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