El sacerdote cesado tras difundirse unas fotos sexuales, que lleva más de una década como cura diocesano de Murcia, llegó a Churra procedente del convento de los capuchinos de Valencia, orden en la que ingresó y profesó. Sus padres, de 70 y 71 años y que se enteraron por su hijo del escándalo, residen en un municipio de la Comunitat Valenciana.

«Dentro de lo que cabe estoy tranquilo, pero esto es un sufrimiento», respondía ayer el cura de Churra, Javier Ruiz. Con voz cansada y triste, aseguraba estar «sereno y con la conciencia muy tranquila». Javier se encuentra refugiado en una casa de espiritualidad fuera de Murcia, «aquí estaré hasta que sea necesario, hasta que haya nuevas noticias del Obispado», destacó el sacerdote.

Preguntado por cómo se había tomado la decisión del obispo, Javier afirmó: «Bien, muy bien. Él ha tomado la decisión que era mejor para mí». Y destacó que Lorca Planes «me apoya a muerte y se fía de mí». «Me aconsejó que desapareciera, sobre todo por el revuelo mediático». «Lo que tengo muy claro es que la obediencia a mi obispo me salvará», añadió. Javier hablaba al otro lado del teléfono de una manera tranquila, con pausas y seguro de que la justicia pondrá remedio a todo lo ocurrido. Insiste en que las imágenes son un montaje con el que alguien «ha querido hacerme mucho daño, y lo ha conseguido». Ni sospecha ni sabe quién podría estar detrás de ese montaje, «solo Dios lo sabe», mantenía el cura, a la vez que reconocía que en el pueblo «hay gente que no me quiere, muy poca, pero la hay. También hay gente muy maja que se lleva bien conmigo».

Una de las cosas que más le duele a Javier es que sus padres «están destrozados». «Son mayores y esto ha sido muy fuerte para ellos», aseguraba.