Un poeta de Castelló, Olivier Herrera Marín (Alcalà de Xivert, 1946) ha reeditado un libro de poemas que publicó en 1996 con el nombre de Esther... Nombre de mujer. La sorpresa aparece cuando el escritor desvela el apellido que hay detrás de los puntos suspensivos para sacar a la luz a Esther Koplowitz, con quien asegura vivió una "romántica" historia desde que sus caminos se cruzaron hace 18 años.

Todo comenzó un lluvioso 5 de febrero de 1995 en el aeropuerto de Barajas, con decenas de pasajeros a punto de embarcar en el avión que debía llevarles a la ciudad de la luz, ese París que enmarca uno de los amores imposibles del séptimo arte que han dejado para la posteridad Bogart y Bergman. Una premonición, quizás.

Esther Koplowitz y Romero de Juseu (Madrid, 1950) -marquesa, empresaria, multimillonaria y filántropa- camina con su billete, su bolso y un paraguas que cae al suelo. A su lado, Olivier Herrera Marín -comercial del sector hortofrutícola, soñador revolucionario y poeta- se agacha para recogerlo. Un simple gesto que iba a cambiar la vida de Oliver Herrera, tal como relata a Levante-EMV.

Una sonrisa y un ¡gracias! fue lo que se llevó Olivier camino del avión que iba a marcar su rumbo y el de Esther. Ya en el aire, el poeta que sueña con cambiar el mundo vuelve a ver la sonrisa de la dama del paraguas caminando por el pasillo. Se levanta y entabla conversación con ella, una mujer que cree haber visto en alguna parte pero a la que no es capaz de ponerle nombre. Hablan de literatura y Esther le confiesa su pasión por la poesía. Sin pensárselo dos veces, Olivier le entrega a la enigmática mujer, para que lo lea durante el vuelo, su primer libro de poemas, Besa las estrellas, editado en 1993 por Ediciones Libertarias (Huerga y Fierro Editores)

Sería al aterrizar en el aeropuerto de Orly, París, cuando Olivier "besaría las estrellas y tocaría el cielo" al ver cómo Esther, que va acompañada de su hermana Alicia, se vuelve buscándole con la mirada. Olivier acelera su paso para alcanzarla. Esther se para, le presenta a su hermana y le expresa al poeta la profunda emoción que le ha causado la lectura de su libro, preguntándole dónde lo puede comprar.

-El libro ya es tuyo, responde el poeta.

-¡Gracias!, pero dedícamelo, le pide la dama.

-¿Cómo te llamas

-Esther Koplowitz.

-Escríbeme tu apellido, que no lo he entendido...

Y Esther le plasma en un papel su nombre, su apellido, su dirección y su teléfono en Madrid.

-¡Me gustaría volver a verte!, se apresura a decir el poeta.

-Escríbeme y nos veremos en Madrid, le responde Esther.

Olivier llega a su pequeño estudio dándole vueltas al nombre de la bella desconocida. Empieza a revisar varias revistas hasta que se encuentra con Esther y Alicia en la portada de Tiempo. Su sorpresa es mayúscula: el poeta rebelde, el activo militante comunista de los años 70, atrapado por la empresaria, la capitalista, la mujer que marcaba el destino, junto a su hermana Alicia, de una de las empresas más potentes del país, FCC.

Tres intensos años

Habría un antes y un después en la vida del poeta. ¿También en la de Esther La relación entre ambos fue especialmente intensa durante tres años. Cartas, llamadas telefónicas, encuentros, paseos y cafés por los bulevares de París, manteles compartidos en la casa de Esther en Madrid, confidencias en la plaza Mayor de Chinchón... "Dos seres humanos que se encontraron y que sabían desde el principio que su amor era una quimera", rememora Olivier Herrera desde la distancia.

El impacto de la empresaria madrileña en el escritor castellonense se transformaría, desde el primer instante y la primera carta, en pasión. En 1996 vería la luz el poemario "Esther... nombre de mujer", editado a cuenta del autor. Ni una referencia al insigne apellido de la protagonista de la historia, pese a haberle manifestado Esther que no había obstáculo alguno para que desvelase su identidad. El autor optó por silenciarlo y dejar que el poemario siguiese su camino. Como suele ocurrir, Oliver Herrera no fue profeta en su tierra, pero con "Esther..." se reafirmó aún más su presencia en Francia, país en el que poemas suyos como "A Julio Verne", "Eres tú" y "Andalucía" (Besa las estrellas) creaban escuela poética en los colegios galos.

Esther y Olivier vivieron su momento, intenso. El poeta revolucionario, marcado en su niñez por el asesinato de su republicano padre en pleno franquismo, le trasladó su visión del mundo, su apuesta por el comercio justo y por la implicación de los empresarios ante la necesidad de dar un golpe encima de la mesa para cambiar el rumbo del país. La activa empresaria, hija de Ersnt Koplowitz -un alemán de origen judío que llegó a España escapando del horror nazi-, vio en el poeta un consejero, un amigo con el que compartir su hartazgo de la jet-set, un soñador con el que le gustaría perderse, como perdió el apellido en el poemario que le dedicó su trovador de Castelló.

Sus caminos, de la misma manera que se encontraron unidos por un paraguas en1995, tomaron definitivamente rumbos distintos en 2003, primero a causa de la guerra de Irak al pedirle el poeta a la empresaria un imposible, y finalmente por la boda de Esther con Fernando Falcó, que puso el epílogo a una historia de amor en verso.