¿Qué es la moda? Un sueño, una vanidad, un espectáculo impúdico, un vehículo de comunicación, una industria, un arte, un negocio, la respuesta a una necesidad ancestral, una forma de vida, una tiranía... La moda es amor. La segunda jornada de la décimo quinta edición de la Valencia Fashion Week terminó así. La colección Skin de Siemprevivas fue como uno de esos besos en los labios que te dejan el cosquilleo de un papel de fumar. Como el roce de un dedo en la mano. Un amor sereno. Una cuestión de piel.

Si alguien puede ocupar el «trono» que dejó vacante en la pasarela valenciana Juan Vidal (para empezar a sentarse en otros) esos son Siemprevivas. Sus prendas, por cierto, tenían cierto sabor de las del de Elda. Adrián Salvador (sí, el mismo joven valenciano que llegó a diseñar para Michelle Obama o Anna Wintour de la mano de J. Mendel en Nueva York) crea, sin estridencias, vestidos blancos en neopreno, camiseros de popelín, un trench azul oscuro casi negro, pantalones con tops, monoshorts con aberturas, escotes cruzados. Limpios, lisos. Vestidos de seda o tafetán en rosa palo. Atemporales, sin artificios. Nada más. Suficiente. Como ellos (Adrián y el otro 50 % de la firma, Lucas Zaragosí) explican, se trata de la relación con el objeto, del diseño emocional. Y de esfuerzo, trabajo y buen gusto. De la piel y el vestido. De amor, en definitiva.

Para el verano que está por venir, ahora que éste agoniza, Esther Noriega (procedente de la pasarela de Castilla y León) bebe de una fuente clara: la Grecia clásica. Túnicas de diosa del Olimpo con escotes profundos en V o con un hombro al aire, tejidos con caída como la bambula o la gasa. María Cózar „la chica de «Código Emprende»„ se queda con un par de ideas: vestidos pegados al cuerpo marcando curvas sinuosas y las bandas semitransparentes en nude para bosquejar detalles, líneas, asimetrías, ilusiones de desnudo. Blanco y negro, azul eléctrico y amarillo. Lazadas al cuello, importancia a la espalda, destellos nocturnos. La mujer de antaño: Sugerir, nunca enseñar.

Javier y Javier (más costura que prêt-à-porter) saca de su taller una miscelánea que va de la pata de gallo elefantiásica a Venus de Boticceli estampadas y otros motivos arty, camisetas-personaje, saris indios, folclore mexicano y caftanes. La vuelta al mundo en unos minutos. Todo discurre en un imaginario jardín global con el leit motiv de las flores. Estampadas o en 3D cubriendo por completo vestidos etéreos y de volumen libre o cayendo en cascada sobre ellos. Blondas y crochés artesanos. Mix de tejidos, mix de color. El jardín incluye chicos, vestidos en estilo pijama, lúrex, brocados en negro y plata u oro y estampados tropicales. Patricia Adam, pantalones cortos o pitillo, también baggy, algún mono en paleta de blanco, negro, malvas, crudo y mucho coral. Mejor el punto, al que da textura.

Zona D, zona joven

Bajo las baldosas del Ágora casi está de verdad la playa. Así que ¿hay un lugar mejor para ser realista y pedir lo imposible? Es lo que se espera de los creadores noveles de la zona D. Los vascos Jimmy Can Tunis (Saioa Aresti y Jon Elorrieta) derrocharon descaro (¿no iba la pasarela de eso?) Chicos y chicas de estética urbana, sin pelos en la lengua (como la Mala Rodríguez, en la banda sonora), vestidos en algodón elástico y deportivas neón. Cortes clásicos (vestidos pegados, cazadoras, capuchas) con llamativos estampados-mensaje. Ironía, humor, provocación reivindicativa en prints emblema de casas de lujo. Tribu, chulería. La ley de la calle.

La valenciana Marta Benet en cambio apuesta por la delicadeza de las mariposas (y su efecto). Diseños suaves, colores volátiles, transparencias y volantes aleteantes por obra y gracia de organzas y gasas. Blanco satén. El blanco que va dando paso al negro. Amabel García es licenciada, además de en diseño, en arquitectura, y se nota. Las teorías del contorno y el espacio le sirven para una colección basada en los patrones a los que la asimetría, los drapeados y pliegues aportan movimiento. Colección mixta en granas, azul y blanco. Cazatalentos de Inditex, al quite.