Aquel diplomático cosmopolita, escritor de entreguerras elegante y ágil que fue Paul Morand, dejó dicho en un jugoso libro: «Nueva York es lo que serán el día de mañana todas las ciudades: geométrica». Tenían que pasar bastantes años hasta que Vicente Colom hiciera realidad artística el aserto del autor francés. El pintor valenciano contempla la metrópolis yanqui con turbadora penetración, condensándola en cubos, aristas y armazones entrecruzados de potentes, magnéticos trazos. Su exposición «Nueva York 2009-2013», inaugurada el miércoles en el Almudín, fascina al espectador. Colegas tan relevantes como Sanleón o Miquel Navarro la consideran una cima en la trayectoria de este artista que sigue dando prioridad al dibujo, magistralmente practicado. En esta ocasión, como él mismo dice, «Hay un cambio de temática, pero no de técnica». Tinta y plumas de diferente grosor le bastan para conseguir en blanco y negro claroscuros, sombras, imaginados relieves, nieblas, ventanas sugeridas, esquinas, desniveles, osamentas de puentes y rascacielos que se apiñan o escalonan como inmóviles gigantes mitológicos.

En el magnífico catálogo, la palabra autorizada de Tomás Lloréns subraya en Vicente Colom «la voluntad de remar contra corriente» al ceñirse a la difícil disciplina del dibujo «que requiere muchas horas de trabajo con una concentración absoluta». Cuatro años largos han sido necesarios para alumbrar una colección de obras de gran formato, voluntariamente sujetas a una técnica de exigente austeridad. Cuando en su prólogo Lloréns alude a Giorgio Morandi (de cuya muerte se cumple este año el cincuentenario) en sutil parangón con Colom, no puedo dejar de evocar la sencilla vivienda del artista italiano que visité en Bolonia, todavía con muchas de los pequeños objetos que pintaba incansablemente. Y es cierto: hay un paralelismo entre ambos, cifrado en el rigor esquemático que desentraña la esencia de lo representado, sea cual sea su magnitud.

Vicente Colom ha de aceptar que sus exposiciones, tan espaciadas, adquieran también carácter de acto social. Junto a Rita Barberá (la Alcaldesa permaneció largo rato en la sala) y la concejala de Cultura Mayrén Beneyto, acudieron personas tan representativas como Román de la Calle, Pablo Noguera, Martí Domínguez, Mamen y Eloy Durá, Marisa y Amparo Martínez Medina, Mª Luisa Moróder, Matilde y Marta Conesa, Marisa y José Luis Martínez Morales, Vicente Simó. Este último titula su revelador artículo del catálogo «Pintor en Nueva York», consciente de remitirnos así a «Poeta en Nueva York». El memorable libro de García Lorca parece ensamblarse a la geométrica lírica neoyorquina de Vicente Colom, asomando desde el edificio Crysler a los bloques impasibles como «manzanas levemente heridas/por finos espadines de plata».

El Almudín («recinto impresionante, el más adecuado a mi estética», según afirma Colom) será escenario de la importante muestra hasta el mes de Mayo.