En el barrio del Carmen
Elogio de la costurera
La activista cultural y profesora de moda de la EASD Isbel Messeguer reúne en pleno barrio del Carmen a modistas, diseñadores emergentes, dj, artistas y «fashionistas» en general para bailar y coser ropa reciclada durante doce horas sin interrupción

Elogio de la costurera
susana golf | valencia
Aguja, hilo, un dedal... las manos de la costurera. Un bastidor... las manos de la bordadora. Una hoja de papel manila, un guiss... las manos de la patronista. Una tabla... las manos de la planchadora. Una máquina de coser... las manos de la modista. Lo dijo Bibi Russell „la bangladesí que de la miseria saltó a las pasarelas y regresó a la India para poner en marcha una empresa textil que da trabajo a miles de tejedoras„: sobre cada prenda quedan las huellas de las manos por las que ha pasado, «llevamos encima una parte de su alma y ni siquiera nos damos cuenta».
Una inmensa bala de cuatro toneladas de ropa de segunda mano, máquinas de coser portátiles, un espejo, percheros, ocho maniquíes... muchas manos. Isbel Messeguer convocó ayer en la plaza de Viriato del barrio del Carmen (bajo el paraguas del proyecto artístico Intramurs) a los amantes del diseño. Quería rendir homenaje a las costureras, las «silenciadas» del sistema de la moda, la «sombra» de los diseñadores, las modistas de toda la vida. «La gente „explica Isbel„ sabe quién es el diseñador, conoce la firma, la empresa, pero no sabe quién cose». Y, sin embargo, «sin ellas el diseñador no es nadie. La costurera hace creíble al diseñador», sentencia. En la alta costura, donde su labor es la auténtica «viga maestra» y su trabajo, artesanal y preciosista. Pero también para los emergentes que tratan de abrirse un hueco propio entre la uniformidad.
Mujeres que trabajan muchas horas, con un gran esfuerzo y a menudo poca recompensa. Eso con suerte. Porque en otros países viven sumidas en la esclavitud. Isbel Messeguer quiso sacar a estas mujeres de la «oscuridad» de los talleres a la luz de la calle y mostrar cómo es su trabajo a todo el mundo. Por eso consiguió, a base de llamadas y kilómetros en su furgoneta, que le cediesen ropa usada (de invierno, verano, vintage, pantalones de pata de elefante, disfraces, viejos vaqueros...). Toneladas de ropa. La bala.
Su improvisado taller al aire libre „entre solares y arte urbano„ se llenó de costureras improvisadas, con sus máquinas y sus labores a cuestas. «¡Todo el mundo a coser!», gritó Isbel. Y a bailar. Los dj voluntarios se fueron turnando. Se trataba de buscar «la felicidad» de las costureras «que suelen escuchar mientras trabajan». El baile.
Así este «sueño», en el que Isbel Messeguer ha estado apoyada por la Escuela de Arte Superior de Diseño de Valencia, se hizo ayer realidad. Durante 12 horas non stop. Di Bala di Baila, la primera colección sostenible y «feliz» hecha bailando. Porque algunos aún creen en «la importancia de las cosas hechas con felicidad». Porque la ropa se lleva detrás un pedazo del alma de las manos que la han cosido. Las manos de la costurera.
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