La mayoría de los jóvenes que entran hoy en la universidad no saben lo que es una cinta de vídeo VHS. Sencillamente no se la imaginan. Algo así nos pasa a todos con los primeros ordenadores. Solemos pensar en un ordenador como en un electrodoméstico que un día apareció en nuestras casas y que siempre ha tenido, al menos, una pantalla, un ratón y un teclado. Sin embargo, en su origen fueron máquinas enormes, llenas de tubos y engranajes similares a los de un reloj, que giraban, giraban y giraban durante días siguiendo las directrices de un algoritmo matemático hasta devolver un resultado. Los que hayan visto la película The Imitation Game pueden hacerse una idea aproximada de lo que estamos hablando.

La historia de la informática, como todas las historias, tiene un principio incierto. Aunque pueda sorprender, son muchos los que atribuyen al mallorquín Ramon Llull, allá por el siglo XIII, la autoría del primer lenguaje matemático que una máquina del futuro podría interpretar. Pero volvamos a los algoritmos, esos procesos lógicos que mediante pasos sucesivos permiten realizar acciones concretas. El primer algoritmo que una máquina pudo entender „lo que usted y yo llamaríamos el primer programa para ordenadores„ lo escribió una mujer, Ada Lovelace, la única hija legítima de Lord Byron. Como muchas otras mujeres clave para la historia de la ciencia, su nombre estuvo durante años vinculado al de un hombre, Charles Babbage. Ada fue descrita por su mentor como su «intérprete», una crueldad a la que se han visto sometidas cientos de mujeres brillantes, inventoras, escritoras y científicas que tuvieron que ocultar su condición de mujer tras un pseudónimo o cediendo todo su crédito a sus maridos.

Fue precisamente el protagonista de la aclamada película, el matemático Alan Turing, uno de los primeros en reconocer que Ada Lovelace no fue sólo una interprete y que fueron precisamente sus anotaciones al trabajo de Babbage las primeras que contemplaron la posibilidad de que una máquina no sólo podría calcular, sino que también sería capaz de analizar. Un concepto que sería clave para el desarrollo futuro de la informática. El detalle de la biografía de la que puede considerar la pionera de la informática puede leerse estos días en El algoritmo de Ada, de James Essinger, traducido por la editorial Alba al castellano con motivo del 200 aniversario de su nacimiento, el 10 de diciembre de 1815.