Los límites y las normas son necesarias en la vida de un niño para que poco a poco vaya entendiendo que hay cosas que no se pueden hacer y enseñarle también a decir no, ante una situación a la que no debe someterse.

Se trata de una de las obligaciones más difíciles de los padres ya que a veces conlleva un enfrentamiento, una rabieta, llanto... pero es tan complicado como beneficioso para el correcto desarrollo psicoemocional del niño o el bebé.

Los niños deben ir aprendiendo poco a poco a pedir en vez de exigir, a saber esperar y, también, a autoconsolarse; no se trata de un comportamiento cruel sino de un paso esencial en el crecimiento ya que poco a poco el niño gana confianza y autonomía. Los límites son imprescindibles para que el niño se sienta seguro y sepa qué puede y qué no puede hacer. Aunque todavía son muy pequeñitos los bebés de 12 a 24 meses ya tienen la suficiente capacidad para entender el ´no´.

En esta edad, es muy complicado razonar con el pequeño por eso hay que seguir y repetir una serie de pautas como decirle ´no´ sin alterarnos, mirándole a los ojos y acompañándole de gestos que puedan entender.

Todos a una

Es fundamental ponerse de acuerdo en las cosas a las que diremos ´no´ para no confundir al niño. Que papá diga que sí a algo y mamá diga que no, causará confusión al pequeño. Por otra parte no contradecirse a uno mismo es igual de importante: mantener las rutinas (la hora de las comidas, de acostarse, el baño€) y las normas de la casa son básicos para que poco a poco vaya asimilando las reglas.

¿Cómo hacerlo?

Hay que ser claro: Hay que explicar a nuestros hijos porque no pueden hacer algo y las consecuencias que le conllevaría hacerlo.

Mantenerse firme: Una vez hemos marcado un límite debemos mantenerlo a pesar de que el niño intente convencernos de lo contrario.

Confianza: Debemos tener la certeza de que aunque a veces seamos ´los malos´, les marcamos límites por su bien, por mucho que reaccionen mal.

Consecuencias: Si el niño trasgrede una norma que previamente le hemos explicado, debe ver que esto tiene unos efectos. Es la única manera que tomará conciencia de sus errores.

Las formas: Cuando estamos enfadados con el niño por algo que ha hecho es importante que no nos dejemos llevar por el mal humor o la ira del momento. Hablarle con tranquilidad y explicarle qué ha hecho mal, será el camino. Además, hay que reforzar la idea de que estamos disgustados con una conducta, para que el niño no piense que es malo o que le vamos a querer menos por un error.

Mejor premiar que castigar: Si ponemos muchos límites a los niños puede acabar por confundirles. La sobreprotección no es buena; no dejar que el niño haga cosas por temor a que le pase algo es una manera de inculcarle miedo y mucha inseguridad.

Por lo tanto, es interesante poner algunos límites pero también es importante felicitarle cuando cumple las normas, y corregirle con voz calmada pero firme cuando hace algo mal.