"No podemos mover a los muertos, señor, porque si lo hacemos vendrán las almitas enfadados a jalarnos (estirarnos) de los pies a la noche". Ecuador está repleto de 'tolas', montículos de tierra que aglutinan los huesos de tribus antiguas y ni el más profundo catolicismo todavía presente ha podido con el miedo a lo invisible, con la ancestral concepción de la no línea entre la vida y la muerte. Nadie toca las tolas. Los indios Shuar tuvieron que desplazarse forzosamente del Amazonas a la costa de Guayaquil y en su nuevo emplazamiento gestionan unas termas de aguas sanadoras cerca de la localidad de Naranjal que llevan a la gloria a sus compatriotas y esperan que pronto la del visitante extranjero.

Situadas a hora y media de Guayaquil, considerada la city financiera de Ecuador, el centro 'Tsuer Entsa' ofrece aguas a 42 grados para todo tipo de enfermedades y una antiquísima concepción de la unión entre el cuerpo y el alma que usan en sus tradicionales 'limpias' y en tratamientos (entre otras hierbas con ayahuasca), para intentar ver el pasado, el presente y quizás con un poco de suerte, el futuro. Los visitantes, de todas las edades, se bañan relajados en las calientes aguas medicinales mientras Arturo, el jefe de los Shuan, de 72 años, se sonroja cuando explica que ha tenido 15 hijos y que tuvo que aprender a hablar castellano cuando bajó de la sierra.

Las 23 familias que gestionan las termas aspiran a que el mundo conozca su historia y su lugar en el mundo. Llevan más de 175 años en la costa ecuatoriana, desde que sus ancestros tuvieron que abandonar el Amazonas, y 42 asentados en el cantón de Naranjal. Viven rodeados de bosque húmedo tropical, propio de la zona y no tan diferente de sus orígenes en la selva. Mientras Arturo supervisa que los visitantes estén cómodos y se desenvuelve por los senderos de tierra a través de las piscinas de una forma inusual a como lo haría una persona de su edad, Álex Vásquez, el guía del centro, cuenta el día a día en la comunidad. Así, por ejemplo, narra que las piscinas alrededor de las cuales gira la vida de esta pequeña comunidad se nutren de las aguas que bajan desde el Cerro del Bunke y, asegura, que sus aguas son curativas, y depende de qué afección tiene el visitante, se le recomienda desde las frías - a 15 grados - o las calientes, a 40 grados.

En los últimos tiempos, los Shuar se han dedicado al turismo comunitario, ofreciendo una amplia carta de actividades que pasan también por tratamientos de sanación a cargo del chamán, el propio Álex. Nacido en Esmeraldas, y se crió con los Cayapas, y hace 25 años llegó a la comunidad. Todas las acciones que él lleva a cabo para sanar las dolencias lo hace con remedios naturales, importados de las tribus amazónicas y caribeñas, con las que estudió y pasó tiempo observando. De hecho, la infinita vegetación que rodea la comunidad es aprovechada por los Shuar para mostrarla a los visitantes, que pueden pernoctar en varias cabañas de madera construidas para ello en el propio centro, hechas con hojas de bijao y caña. Toda una experiencia de reconversión forzosa que ha acabado transformada en salud para sus compatriotas.