"Me piden datos para un autorretrato, una autobiografía. Bien sabéis que, desde niño, mi pasión es la ciencia, en particular las matemáticas. En consecuencia, voy a esbozar este retrato con arreglo a un esquema numérico. Y pienso que éste puede estar vertebrado en cuatro fechas: 1960, 1978, 1987 y 1999.

En la academia de la calle Cura Sama

El año 1960 no es - ¡ no me importaría! - el de mi nacimiento biológico, sino el de mi alumbramiento a la actividad política. Tenía 17 años, pues nací el 4 de agosto de 1943. Si hay que nombrar a mis inspiradores, debo empezar por un dirigente anarquista, José Luis García Rúa, quien por entonces dirigía una academia en la calle Cura Sama, en mi Gijón natal. La influencia de este hombre y también la de mi cuñado marcaron mis señas de identidad ideológica.

Porque yo no nací en un ambiente progresista. Mis padres eran un matrimonio clásico, de la época. Mi madre, maestra; mi padre, guardia civil. Debo decir, sin embargo, que me dieron una libertad grande, algo que agradezco. Mi madre, por cierto, aún vive: tiene 94 años.

He situado el inicio de mi compromiso político en 1960 y debo ser más preciso: mi primer acto de militancia se produce en 1962, con motivo de las huelgas mineras. Aquello ya era una vinculación más organizada. Y no salía " gratis ". Conviene que los lectores más jóvenes sepan que España no siempre ha sido como ellos la han conocido. Quien, como es mi caso, ha pasado justo la mitad de su vida en un país sin libertades, vive con intensidad los procesos democráticos como el que celebraremos el próximo 27- M.

El barrio en el que vine al mundo, el de La Arena, muy popular, marcó mi forma de ser. Fui a la escuela pública del Arenal, donde enseñaba mi madre, y al Instituto Jovellanos. Mi padre se jubiló pronto y falleció hace unos años. Somos cuatro hermanos - dos varones y dos mujeres- y yo soy el segundo.

He mencionado la academia de García Rúa. Allí comencé a dar clases gratuitas a trabajadores que estudiaban Bachillerato por libre. También había debates y charlas. Fui un joven que prematuramente interviene en la vida política y encaucé mi acción a través del Partido Comunista de España (PCE). Ya he mencionado que mi pasión siempre fue la ciencia, su capacidad transformadora. Estudié aquí perito industrial eléctrico y, más tarde, en Santiago, matemáticas, mi verdadera vocación. Siempre fui buen estudiante. También di clases de construcción y topografía y fui actor de teatro y directivo de la Sociedad de Teatro Gesto. En resumen: una persona muy inquieta y activa, muy centrada en todos los aspectos que pueden cambiar la vida de las personas y de los pueblos.

Creo en las ideas y trabajo para ser coherente con ellas. He pagado por ello: sufrí represalias académicas y políticas. Fui procesado y pasé varios meses en la cárcel. En 1972 retorné de Galicia. Seguí dando clases, en enseñanzas medias y en la Universidad. Nunca estuve liberado. Fui vocacionalmente enseñante y creo que lo seguiré siendo toda mi vida. Aún tengo plaza de profesor de Universidad en régimen de servicios especiales.

Me preguntan si esta vocación pedagógica guarda relación con la extensión de mis discursos. Pienso que los discursos se adaptan al escenario y al formato. Me insisten: "Oiga, es que sus adversarios coinciden en que sus discursos son largos ". La respuesta es sencilla: los adversarios nunca suelen hablar bien de uno; sin embargo, creo que los ciudadanos siempre me han estimado mucho; así lo han reflejado hasta ahora los resultados electorales.

El "momento Perlora"

Llega el momento de pasar a la segunda fecha del esquema: 1978. Y un lugar: Perlora. Allí me desvinculé totalmente de lo que significaba la militancia en el PCE. Esta decisión generó un alud de críticas a nivel regional y nacional. Siempre he sido muy respetuoso con lo que he sido y creído a lo largo de mi vida. Resulta obvio que la decisión de Perlora supuso una gran crisis que segregó a muchísima gente que en aquel momento consideró que no tenía nada que hacer en el PCE.

¿Qué queda del pasado? Los compromisos y la coherencia personal en la lucha por las ideas. Luego estuve de independiente unos años, durante los cuales ocupé diversos cargos de responsabilidad: fui director provincial de Educación y responsable de la inspección en España y en el exterior del Ministerio de Educación y Ciencia.

La llamada de la tierra

En 1987 fui elegido alcalde de Gijón encabezando la lista del PSOE. Al año siguiente, me afilié a este partido, después de diez años sin militancia. Pienso que como alcalde llevé a cabo un trabajo importante, del que me siento muy satisfecho. Me encontré una ciudad deprimida y sin perspectivas de futuro. Esos tres mandatos supusieron una profunda transformación urbana de la ciudad: Gijón superó las secuelas negativas y el pesimismo de las reconversiones industriales, cambió extraordinariamente, encontró su camino, recuperó la autoestima como ciudad... Me siento muy orgulloso de ese proceso. ¿Comparaciones con Oviedo? Nunca he creído en el localismo, pero sí en la defensa de los intereses locales. Somos ciudadanos del mundo. Gijón es una ciudad a la que quiero profundamente, pero en 1999 decidí dar un paso más y opté a la Presidencia del Principado.

El salto a la política autonómica

Hoy, ocho años después, Asturias está mucho mejor en todos los sentidos: económicamente crece al 3,7 por ciento; en torno a 90.000 empleos más; nuestras empresas viven un excelente momento; estamos presenciando el final del aislamiento, ya que las grandes infraestructuras estarán completadas la próxima legislatura; hemos conseguido impulsar el Hospital Central (HUCA) frente a muchos que echaron arena en los engranajes... Cuando gente que viene de fuera destaca la calidad de vida de Asturias siempre reitero que la calidad de vida no es un maná que cae espontáneamente del cielo, sino el resultado del esfuerzo colectivo de los hombres y mujeres de Asturias.

No todo está hecho. Tenemos nuevos retos. A veces se habla de supuestos ascensos a ministro y cosas así. Los rumores siempre me ponen en posiciones muy relevantes: eso quiere decir que valoran el trabajo bien hecho, pero mi compromiso está en Asturias. Tenemos suficientes razones para presagiar que lo mejor está por venir.

Salud y aficiones

Afortunadamente, tengo buena salud, fuerza e ilusión para abordar el futuro. ¿Hasta qué edad? Ya se sabe que los asturianos somos muy longevos. Creo que mi actividad es intensa. Me gusta trabajar, y sobre todo tengo una cierta obsesión por el trabajo bien hecho.

Uno de mis principales hobbys es el cine, algo en lo que coincido con mi mujer, Marisol, y con mi hijo Alberto, de 14 años. El mayor, Manolo, ya tiene 35. La última película que he visto es "El laberinto del fauno". Me gusta Almodóvar, veo muchas películas en la tele, al llegar a casa, generalmente tarde, hasta la una o una y media. A la mañana siguiente, a veces me levanto demasiado temprano. Debería dormir un poco más, pero tanto Marisol como Alberto están en pie a las siete. Alberto entra a las ocho en el instituto; hoy los chavales trabajan muchísimo.

Leo la prensa, desayuno y luego me vengo a Oviedo. ¿Cómo me sienta la prensa? Como una parte de las noticias las genero yo mismo, en ésas sólo me fijo en los titulares.

Hay quien dice que me gusta supervisarlo todo, hasta la última coma. Ya quisiera, pero hoy tenemos un Gobierno y una Administración pública muy grandes: en 1999 había 6.000 funcionarios; hoy, 34.000. La Administración autonómica, al contrario que la municipal, es muy descentralizada. No obstante, es verdad que me gusta estar informado de las decisiones. A lo largo de mi trayectoria he creado muchos equipos y he tenido siempre una tendencia a la confianza plena en la gente que me rodea. Siempre he tenido excelentes colaboradores y he hecho poquísimos cambios.

Adversarios y especialidades

De vez en cuando, se habla de mis adversarios. Se ha gastado mucha tinta en analizar mis relaciones con José Ángel Fernández Villa o con el presidente de Cajastur, Manuel Menéndez. Mantengo excelentes relaciones con ambos, lo cual no quita que en algún momento pueda haber discrepancias. Hay que admitir la divergencia; lo que importa es abrir camino.

Me gusta la proximidad a la gente. Eso que a otros les cuesta trabajo, a mí me encanta: estar en el terreno con mucha frecuencia, escuchar, resolver... No considero un desdoro que me llamen Tini; lo tomo como una alusión amistosa, amable, de proximidad, de ser uno más. La vanidad creo que no forma parte de mis defectos, sino todo lo contrario: soy una persona que quiere servir a su tierra, que ama profundamente a Asturias.

A lo largo de mi vida he visto cómo - entiéndase la paradoja - iba especializándome en los asuntos generales. Un político debe tener algo de sociólogo para interpretar las demandas de la sociedad, de líder para impulsar los procesos de cambio, capaz de operar muchas veces contra corriente.

Quisiera finalizar con un mensaje de síntesis. Soy una persona positiva en mi vida, siempre miro hacia adelante, me siento orgulloso de todo lo que he hecho en mi vida, quiero seguir haciendo cosas, creo en Asturias firmemente y siempre creo en positivo: trato de ver siempre el aspecto positivo de lo que hago y de lo que me explican y hacen los demás "