Los que tenemos la suerte de tener un empleo dedicamos muchas horas al día a nuestra profesión. Los mejores años de nuestra vida, más de 40 si la vida nos sonríe hasta que nos jubilemos, los vamos a invertir en nuestro trabajo.

¿Demasiado tiempo para pasarlo a disgusto, no creen? ¿Cuántos de ustedes no conocen casos, o incluso lo vivieron en carne propia, de jóvenes que cursan una carrera que no les aporta nada o ni siquiera les gusta porque sus padres han querido proyectar en ellos la vida que no tuvieron? ¿Y aquellos que eligen un grado universitario por el que no sienten interés alguno solo porque les aconsejan que lo mejor es apostar por una titulación con unas supuestas mejores salidas laborales?

Dos simples datos corroboran la magnitud del problema: Una alta tasa de abandono temprano de la educación (uno de cada cinco jóvenes valencianos menores de 25 años no sigue estudiando después de la ESO, una proporción que aunque es la más baja de la historia aún duplica la media europea) y un paro juvenil por las nubes (uno de cada tres jóvenes está desempleado) arroja toda una generación de veinteañeros desmotivados ante la falta de perspectivas de futuro.

Sumen a esto que el 22 % de universitarios abandona el grado elegido en su primer año (el 25 % de chicos y el 19 % de las chicas) y un 35 % de los que se titulan acaba trabajando en ocupaciones de baja cualificación, cuando la media europea es del 23%, según el último informe de la Fundación CYD. En FP sólo el 61% supera el total de módulos formativos en el Grado Medio y el 68% en el Grado Superior, aunque en ambos casos la mayor parte del abandono se achaca que los alumnos hallan trabajo antes de obtener el título.

Un cóctel de desmotivación

Tras todo este cóctel de alto abandono educativo temprano, elevadas tasas de fracaso en los estudios superiores (donde se estima que el 6 % de los alumnos elige a ciegas, sin ningún criterio previo, la carrera que cursa), de paro juvenil y de sobrecualificación, está el desconocimiento de los jóvenes de las posibilidades que ofrece el mercado laboral, de sus propias capacidades y vocaciones, y también de la amplia y excelente Formación Profesional que ofertan centros públicos, concertados y privados en la Comunitat Valenciana, donde se imparten 153 ciclos formativos de 26 familias.

Es decir, que en pleno siglo XXI, la orientación profesional sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro sistema educativo. Máxime si tenemos en cuenta que la ratio en los centros de Secundaria es de un orientador por cada 700 alumnos, cuando la proporción óptima para la OCDE es de uno por cada 250 estudiantes.

La orientación profesional es el mecanismo a través del cual los centros educativos dotan a los jóvenes de las herramientas con las que poder tomar decisiones sobre su vida laboral. Se trata de un camino que se recorre junto a los alumnos, en el que se les ayuda a ser conscientes de sus capacidades, sus competencias y sus intereses personales con el fin de que tomen sus propias decisiones en materia de formación y, finalmente, en cuanto a su carrera profesional.

Esta tarea de abrir ventanas al futuro de nuestros hijos e hijas cobra un alto valor en estos vertiginosos tiempos de revolución digital.

Un reciente estudio del grupo ManpowerGroup alerta de que en la próxima década la mitad de los nuevos empleos de alta cualificación se quedarán sin cubrir por no ajustarse la formación de los jóvenes al perfil técnico que requieren estos puestos. De hecho, otros informes apuntan en esta dirección al subrayar que dos de cada tres trabajos que se van a crear en los próximos años serán para de técnicos de FP.

Alianza a aplaudir

Por todo ello necesitamos más que nunca un decidido apoyo por parte de la Administración, centros educativos, empresas y familias para reforzar la orientación profesional en las aulas. En esta línea es un paso aplaudir la reciente alianza que han sellado la Fundación Bertelsmann por el empleo juvenil, la gran patronal de la educación privada y concertada, la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), y la Editorial Anaya.

Bertelsmann impulsa un potente modelo de indicadores para ayudar a los centros docentes a incorporar la orientación profesional integral a su proyecto educativo.

Un programa que CECE implantará en sus colegios con el fin de convertir la orientación profesional en una estrategia de centro. Anaya, por su parte, introducirá contenidos y actividades sobre profesiones y perfiles profesionales en los libros de las materias troncales de ESO. Una suma de esfuerzos de la que saldrá un mejor futuro para nuestros jóvenes.