Existen regiones del planeta que asombran por las duras condiciones que ofrecen para la vida y que esconden auténticos caprichos de la naturaleza. La lejana y vasta Siberia es el perfecto ejemplo de ello. Una región con una superficie que equivale a 26 veces la de España y que alberga algunos parajes incomparables, como el lago Baikal. Con casi 1.700 metros de profundidad abarca un área de más de 30.000 kilómetros cuadrados, lo que lo convierte en una de las mayores reservas de agua dulce de la Tierra.

Durante gran parte del año el lago se encuentra helado en su capa superior debido a la dureza del invierno, que dura entre ocho y nueve meses. A partir de mayo y junio comienzan las pocas semanas con temperaturas más cálidas que invitan a conocer tanto el Baikal como otros secretos que esconde Siberia. Secretos como las remotas ciudades de Oymyakon y Verjoyansk. La primera de ellas, con apenas 500 habitantes, es conocida como la población habitada más fría del planeta, pues en invierno la temperatura mínima media ronda los -50 ºC. La segunda, Verjoyansk, posee una de las mayores oscilaciones térmicas del mundo. Algunas veces se alcanzan los 30 ºC en verano y -60 ºC en invierno.

Quizá lo más asombroso de estas ciudades no son sus extremas temperaturas, si no la capacidad de adaptación que han tenido sus habitantes. Algo que parece común a todos los seres vivos que sobreviven en Siberia, pues la cantidad de vida natural en forma de fauna y flora que alberga es inmensa. Descubrir esta región puede ser fascinante en verano por la amabilidad de las temperaturas, pero hacerlo en invierno, a pesar de la enorme dureza y de la preparación que requiere, recompensará a quien lo haga con la auténtica belleza del reino de hielo en su salvaje y máximo esplendor.