Por si no se han enterado, esta noche acaba la serie que ha marcado esta década en televisión con sus millones de fans y sus 47 premios Emmy. El final, como todos cuando hay amor, va a ser duro, simplemente porque la historia termina, es la desolación del adiós. Los que llamaron Daenerys a sus hijas se arrepienten y deben ser ya más de un millón las firmas para que repitan esta octava temporada entera.

Es la última oportunidad para apostar sobre quién se sentará en el Trono de Hierro o, más bien, de proyectar nuestros deseos. El mío es que Sansa Stark reine con el apoyo de Tyrion, su exmarido o todavía esposo; nunca llegaron a divorciarse, solo la casaron con el sádico Ramsey Bolton tras huir el pequeño de los Lannister a Essos para salvar su vida, acusado de envenenar a otro sádico, Joffrey Baratheon, con quien Sansa deseaba casarse para ser reina. Siempre ha querido serlo, desde que era una niña malcriada hasta cuando tuvo que asumir que eligieran a su hermano bastardo Rey del Norte en vez de a ella. Simpática no es, pero llegar viva hasta el capítulo final la ha preparado para la corona mucho más que un máster en Georgetown.

Su hermana Arya estará de acuerdo y Jon ha perdido su crédito, con un pobrísimo bagaje como héroe de guerra y desquiciantemente indeciso entre sus paranoias de honor y sus sentimientos por Danny. No sabes nada, le dijo Ygritte, y poco ha aprendido cuatro temporadas después. Mejor que se retire al norte con sus amigos salvajes y Fantasma.

La Madre de Dragones lo tiene mal porque si se cumple la profecía, la matará Arya y nadie la quiere después de su destructor vuelo a lomos de Drogon, que ha provocado un apasionante debate. Algunas no entienden como la antaño Rompedora de Cadenas carboniza a miles de inocentes. Creen que David Benioff y D. B. Weiss, en un repentino giro machista de la trama, la demonizan en favor de Jon, cayendo en los tópicos de míticos relatos de mujeres diabólicas. No han visto las miguitas aquí y allá que indicaban de lo que era capaz la Targaryen obsesionada con el Trono de Hierro: visiones, ejecuciones sumarísimas, incluso frases como: «Quemaré ciudades hasta sus cimientos». Tyrion y Varys lo veían venir. ¿Esperaban acaso los enamorados de Daenerys que por ser mujer no masacrara la ciudad? Sé un dragón, le aconsejó Olena Tyrell. Y eso ha sido.

Recordando otras experiencias traumáticas con despedidas penosas, lo más sano es rebajar expectativas y disfrutar los últimos momentos con los supervivientes de la batalla de Invernalia y la destrucción de Desembarco del Rey en un mísero episodio que seguro sabe a poco.