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Chernobyl: cuando una serie pone la historia de actualidad

Te detallamos lo que ocurrió en la central que inspira la serie de HBO y cómo lo contó Levante-EMV

A poco que usted sea seriéfilo, o conviva en casa o en el trabajo con alguno, habrá oído hablar estos días de “Chernobyl”. Esta producción de la HBO se estrenó casi de tapadillo, sobre todo por su coincidencia en el tiempo -y en la misma “casa”- con el final de “Juego de Tronos”.

Sin embargo, esta ficción sobre el accidente nuclear más importante de la historia es ahora mismo, con un 9,7 de nota general sobre 10, la serie mejor valorada por los usuarios del portal IMDb, superando a clásicos como “Breaking Bad”, “Los Soprano”, “Hermanos de Sangre” e incluso la propia “Juego de Tronos”.

Sin estrellas de relumbrón en su plantel actoral, pero con un guión, una dirección y una factura visual portentosas, esta miniserie de 5 capítulos (el último se estrena este próximo lunes) se ha convertido en un fenómeno gracias, sobre todo, al boca a boca de quienes la ven.

Su trama ha vuelto a poner de actualidad la tragedia nuclear más grande de la historia, ocurrida el fatídico 26 de abril de 1986. Los mayores recordarán aquellos días, pero lo más jóvenes no tendrán más referencia que lo estudiado en los libros de texto o lo visto en la pantalla, ya sea a través de esta serie o en alguna película.

Los datos de la catástrofe, 33 años después

El 26 de abril de 1986 a la 1:20 de la madrugada explotaba el reactor 4 de la central nuclear de Chernobyl, en Ucrania. En ese momento, todas las barreras de seguridad de la planta saltaron por los aires y con ellas el reactor, que quedó totalmente destruido. La intensidad de la explosión desintegró en segundos sus 2.000 toneladas de peso y sus 30 metros de altura. Los restos de la explosión volaron más de kilómetro y medio.

El estallido sorprendió a los habitantes de Prípiat, una ciudad de 50.000 habitantes que se levantó en los años 70 para albergar a los trabajadores de la central. Familias enteras fueron evacuadas rápidamente, dejando atrás sus casas y enseres bajo los efectos de la nube radiactiva.

En la zona cero de la tragedia quedaron los batallones militares, encargados de retirar los escombros radiactivos. Oficialmente, 260.000 personas adquirieron en Ucrania el estatus de “liquidadores”. Así se denominó a los “robots humanos” que trabajaron expuestos a los restos nucleares.

No obstante, se calcula que en total 800.000 personas participaron en las tareas de desescombro. Entre ellos, destacaron bomberos, mineros y otros profesionales que contribuyeron en esas primeras horas y semanas a paliar las consecuencias de la catástrofe. El coste de estos trabajos fue, en muchos casos, su propia vida. Se calcula que el 75% de los miembros de estas brigadas murieron en los años posteriores a la explosión de Chernobyl.

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El número de muertos

Calcular la cifra de muertos producidos por el accidente en la central nuclear de Chernobyl es complicado. Las cifras oficiales hablan de 31 personas fallecidas, en los momentos inmediatos a la explosión. En las semanas próximas, se habla de un registro de 50 muertos más y 300, en los meses siguientes. En total, se cifra en 25.000 el número de personas que han perdido la vida como consecuencia de la catástrofe de Chernobyl .

Estos datos son muy relativos ya que hay que tener en cuenta que como consecuencia del accidente nuclear se diagnosticaron, aproximadamente, 93.000 casos de cáncer.

Las pérdidas humanas que ocasionó Chernobyl aumentan si se tienen en cuenta los suicidios registrados en la zona tras la tragedia. Se habla de que un 20% de las muertes registradas podrían haberse tratado de suicidios.

Las malformaciones y abortos son otras de las trágicas consecuencias de la radiación en el área de Chernobyl .

Una zona devastada

Un reflejo de los efectos de Chernobyl, 33 años después, es la devastación y desolación reinante en Prípiat. Edificios vacíos, maleza o animales salvajes campando entre los restos de lo que en su día fue una animada ciudad componen la dramática estampa de la zona.

Hay que tener en cuenta que el desastre es el único accidente que, hasta la fecha, ha sido registrado con el nivel 7 de alerta nuclear. La explosión liberó tres toneladas de material radiactivo, con lo que liberó 100 veces más radiación que las bombas nucleares de Hiroshima y Nawasaki.

Esta potencia hace que los expertos calculen que la zona acumulará restos de contaminación durante, al menos, 500 años más.

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Los 'likvidátor', héroes olvidados

Los conocidos como ‘liquidadores’ actuaron de escudos humanos contra la radiación que se escapó del reactor

Los llamaban ‘likvidátor’, ‘liquidadores’. Héroes que, en mangas de camisa, sirvieron de escudo humano contra la radiación que se escapó por las brechas del IV reactor de la central nuclear de Chernobil, en la antigua Unión Soviética, la madrugada del 26 de abril de 1986. De su hazaña, y de una explosión de consecuencias equivalentes a más de cien bombas atómicas que causó el más grave accidente nuclear registrado hasta la fecha, se cumplen hoy 30 años de historia.

Entre las cifras que desde entonces describen el horror nuclear de Chernobil, las estadísticas oficiales suman más de 100.000 muertos, y hablan de millones de personas que, aún hoy, viven afectadas por la radiación.

A diferencia de los operarios que, tras el accidente causado por el terremoto y el maremoto que prácticamente asolaron el este de Japón, hoy trabajan en la central de Fukushima, los ‘likvidátor’ soviéticos no disponían de equipos ignífugos ni guantes, máscaras o botas especiales para protegerse de la radiación mientras trataban de contener el incendio declarado en el reactor. “Son héroes, igual que los veteranos de guerra”, afirmaba el presidente de la Unión Chernobil de Rusia (UCR), Viacheslav Grishin.

“Las sociedades rusa, ucraniana y bielorrusa reconocen su hazaña, pero el Estado no la valora en su justa medida. Las medallas no les dan para vivir una vida digna. Es una gran injusticia”, sentenciaba. De los miles de liquidadores que participaron en la extinción del fuego y en la construcción del sarcófago de hormigón que cubre el reactor, Chernobil condenó a 62.000 de ellos a la invalidez.

Si las autoridades al mando viven hoy de espaldas a las víctimas, como denuncia Grishin, durante las primeras horas tras la catástrofe nuclear tampoco se hicieron cargo de la gravedad del accidente en Chernobil, la tercera planta nuclear soviética, la considerada más segura y que, además de energía, producía plutonio para uso militar.

La primera explosión fue documentada a las 01.23.48 horas del 26 de abril, pero el Gobierno soviético sólo admitió la catástrofe, bajo presión internacional, el 28 de abril. Los empleados de la central nuclear sueca de Forsmark, a 1.100 kilómetros de Chernobil, fueron los primeros en dar la alarma.

Para entonces, tras una primera explosión que lanzó al aire la cubierta del mil toneladas del reactor, y una segunda que desencadenó el incendio, la nube radiactiva había alcanzado ya Bielorrusia, antes de continuar hacia Escandinavia, Austria, Alemania y el Reino Unido. Los primeros 40.000 habitantes de la cercana ciudad de Prípiat, parada en el tiempo tras la catástrofe, fueron evacuados 36 horas después del accidente, dando inicio al éxodo de más de 135.000 personas afectadas ya por la radiación.

Treinta años después del desastre nuclear, Chernobil se ha convertido “en un laboratorio tremendo”, añade el catedrático de Química Física, “en el que se dan enfermedades y procesos que no aparecen en otro sitio del mundo”, explica el catedrático de Química Analítica Santiago García-Granda.

Con la explosión se liberaron seis toneladas de dióxido de uranio, además de sustancias como el cesio 137 (con una vida media de 30 años) o el plutonio 239 (con miles de años de vida). Tras quedar depositados en el suelo fueron a parar a los ríos con la lluvia, llegando a contaminar, según Greenpeace, más de 45.000 kilómetros cuadrados de cultivos. En el cuidado de la salud de la población cercana a la zona de exclusión de la central y en la “remediación” del suelo, la Unión Europea (UE) ha invertido ya más de 500 millones de euros.

El nuevo sarcófago

Durante los 30 años transcurridos desde la catástrofe nuclear, la solidaridad de los europeos no se ha canalizado únicamente a través de la vía económica. Verano tras verano muchas familias españolas, varias de ellas asturianas, han acogido casi como hijos propios a los llamados ‘niños de Chernobil’. Menores que llevan a la espalda la trágica historia de destrucción, muerte, malformaciones y desarraigo que se escribe de forma paralela a la crónica del accidente. Más lejos, al otro lado del océano Atlántico, el Hospital Pediátrico de Tarará (Cuba) llegó a ser propuesto en 2007 al premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional por su programa de atención médica a niños relacionados con el accidente de Chernobil.

Chernobil y Prípiat, que antes del accidente eran el hogar de más de 60.000 personas, son veinticinco años después de la catástrofe dos ciudades fantasma en la Óblast (región) de Kiev, cerca de la frontera con Bielorrusia. Incluidas en la zona de exclusión de la central nuclear -un área de 30 kilómetros cuadrados en torno al sitio del reactor-, desde el año 2002 se ha convertido en destino para los turistas.

Aún hoy el gigantesco cubo de hormigón que cubre los restos del IV reactor es la única carrera para los 16 millones de curies de radiactividad que se calcula hay encerrados en su interior. Construido a toda prisa y terminado seis meses después del accidente nuclear -los ‘likvidátor’ fueron también los responsables de esta obra-, sólo seis años después de la catástrofe, en 1992 y después de la desintegración de la URSS, las autoridades ucranianas se plantearon su renovación.

Las obras del ‘nuevo sarcófago seguro’, con un alto grado de peligrosidad debido a la radiación, comenzaron en 2010 a cargo del consorcio francés Novarka. La estructura,que estará finalizada en 2017, tendrá una altura de 108 metros y una longitud de 150, con un coste estimado de 990 millones de euros. A esa cifra habrá que sumar otros 550 millones para hacer, del nuevo sarcófago, un refugio seguro.

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