Se dice, se cuenta, se rumorea que cada vez se ve menos la tele y además la apagamos antes por la noche porque, a pesar de las quejas de consumidores y analistas, las cadenas españolas persisten en mantener el horario de máximo audiencia cerca de las once de la noche, concluye un estudio de la consultora GECA publicado estos días. No siempre fue así, en los noventa empezaba una hora antes y se competía también en el late night con programas como «Crónicas Marcianas». Ahora el prime time se come la madrugada en una estrategia perversa para subir el share.

La caída de espectadores y de minutos ante el televisor es constante en los últimos años y es precisamente entre las 21 y las 24 horas cuando más se nota. El que no se divierte con «El Hormiguero», «El Intermedio» o, en menor medida, «First Dates», está perdido para la causa convencional. Será uno de los abonados a Netflix y/o HBO - casi un tercio de los hogares, según el último informe de la CNMV- dispuesto a ver dos episodios de su serie favorita después de cenar e irse a dormir antes de las doce como Cenicienta. Hasta los fans de los exitosos formatos del access tienen tiempo de ver un capítulo en streaming sin anuncios después de la despedida de Wyoming o Pablo Motos.

A no ser que estés enganchado al blockbuster de Mediaset: el incombustible «Supervivientes» a todas horas, a dos bandas, en Telecinco y Cuatro, a la que ha salvado de la invisibilidad. Un 36 por ciento de los que estaban con la tele encendida el jueves por la noche vieron de media las cuatro horas de la última gala. A las 23.26, los abducidos por las peleas por un poco de champú y una lata de chóped eran casi la mitad del total, más de cuatro millones y medio de almas.

Estas cifras de locura en los tiempos que corren suponen una esperanza para captar a menores de 45 años, la edad a partir de la cual más desciende el consumo de televisión lineal. Los espectadores envejecen a la par que la población española; solo los mayores de 64 no abandonan y baten récord en 2018: seis horas al día de visionado. Muchos de ellos estaban entre los dos millones de fieles a «Cuéntame» que en vez de a La Pantoja en bañador prefirieron ver cómo los Alcántara, por fin, se van a divorciar. Los adolescentes no se enganchan a la serie como lo hicieron muchos treintañeros de hoy.

Las cadenas buscan desesperadamente a los jóvenes, futuros televidentes si no olvidan que en esa gran pantalla más grande que su móvil existe, también, un mundo de posibilidades de información e entretenimiento.