Los hay muy listos, y además de no creerse en el fondo el proceso actual de calentamiento climático rechazan el término cambio climático. Y hablan de variaciones, alteraciones climáticas, sin entender que el proceso actual va a causar cambios en la distribución regional de los climas terrestres, al menos en sus territorios de frontera. Y, por tanto, generará, geográficamente, un cambio climático. O mejor, cambios en las variedades de climas terrestres. Es cierto, también, que si se identifica la expresión cambio climático con el proceso actual de calentamiento, sin más, no resulta del todo correcto porque su utilización requiere de «apellidos»; es decir, lo que estamos viviendo estos años es un cambio climático por efecto invernadero de causa antrópica. Esta sería la denominación correcta. Otras expresiones que se están utilizando últimamente para caracterizar este proceso físico-químico que experimenta la atmósfera terrestre y que altera su balance energético tienen un componente más social. Es el caso de la «emergencia climática» o la «crisis climática». No están mal si se utilizan para despertar conciencias, para provocar actuación social y, sobre todo, política ante un fenómeno que va a ocupar la agenda pública de este siglo. Mientras tanto, la concentración de CO2 en la atmósfera terrestre no deja de aumentar. Este año, nuevo record. 415 partes por millón en volumen. No se alcanzaban esos valores desde hace tres millones de años. Y aún hay quienes niegan este proceso y sus efectos; rechazan conceptos creyéndose más listos que nadie. Y lo peor, siguen teniendo eco en los medios de comunicación. ¿Hasta cuando abusarán de nuestra paciencia?.