En la Asociación Valenciana de Meteorología (AVAMET) llevamos unos cuantos días enganchados al Visor de Cartografía de la Generalitat Valenciana. En sus mapas ya se puede acceder, a través de la pestaña 'Medi ambient', a muchas de las estaciones meteorológicas de nuestros socios, que muestran datos de temperatura, viento o lluvia en tiempo real. Una maravilla a la que cualquier persona con observatorio -nivel aficionado o no- puede acceder solo con asociarse a la AVAMET. A raíz de andar inmiscuido en estos mapas, y condicionado por la catástrofe de Tafalla, el otro día decidí indagar en el Sistema Nacional de Cartografía de las Zonas Inundables.

Con el agua y el lodo aún recorriendo las calles de unos cuantos municipios navarros, bañados por un embravecido río Cidacos, las autoridades y una parte de la opinión pública decidieron ponerse a buscar culpables. El Gobierno de Navarra en seguida puso en la mirilla a la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), utilizando una conocida red social para atizar a los meteorólogos con la frase lapidaria «ha llovido el triple de lo esperado». Las predicciones meteorológicas pueden fallar, desde luego, y más cuando media un embolsamiento de aire frío en niveles altos de la troposfera o gota fría. Sin embargo, la AEMET sí que emitió avisos, primero de nivel amarillo o bajo pero, en cuanto el cielo se puso a rugir con virulencia, activaron el naranja de 'riesgo importante' ante posibles lluvias de 40 litros por metro cuadrado en una hora (l/m2). Al final cayeron 168 l/m2 en Lerga, 160 l/m2 en Guetádar y 136 l/m2 en Barásoain.

Lamentablemente, los instrumentos para predecir este tipo de episodios de tormentas más o menos locales aún son bastante limitados, pero hay otros, como los mapas de zonas inundables, casi infalibles. Cualquiera tiene acceso a este visor, que puede ahorrar sumas de dinero desorbitadas y sobre todo garantizar la seguridad de los vecinos. Parte de la zona nueva de Tafalla está construida en una llanura de inundación y claro, antes o después, el agua recupera su cauce. En la Comunitat Valenciana tenemos un puñado de localidades en zonas de riesgo ante eventuales avenidas, con un periodo de retorno de tan solo 50 años, aunque esto siempre es relativo.

Por ejemplo, en la provincia de Castelló sobresalen Vinaròs, Benicarló, Peñíscola y Oropesa del Mar; en Valencia las localidades de Puçol, Rafelbunyol, Aldaia, Catarroja o Tavernes de la Valldigna; y en Alicante, los municipios de Finestrat, Santa Pola, Orihuela o Beneixama. Las instituciones competentes deberían tomar medidas en estos pueblos y ciudades para evitar males mayores que, después, se suelen atribuir solo al comportamiento caótico de la atmósfera.