La llegada del verano y del período vacacional en España va de la mano, en muchos casos, a una estrecha relación con el Mediterráneo y sus largos y cálidos días de playa. En la Comunidad Valenciana, así como en el resto del país, es tradicional disfrutar los meses estivales y las merecidas vacaciones en destinos cuyo principal reclamo es el mar. No obstante, julio y agosto son dos meses perfectos para poder conocer algunos grandes parajes naturales del resto del planeta que apenas son accesibles durante el resto del año por las duras condiciones atmosféricas que se dan. En Norteamérica ya ha comenzado el breve verano que disfrutan algunas regiones como Alaska o las Montañas Rocosas de la vertiente canadiense. Lejos del calor que es habitual en nuestras costas durante estos meses, allí gozan de temperaturas mucho más suaves que permiten contemplar el esplendor natural de sus parques nacionales o, en el caso de Alaska, la cima del monte McKinley (el punto más alto de continente americano tras el Aconcagua) sin padecer las extremas temperaturas habituales allí el resto del año. Algo que también ocurre en la isla más grande del mundo: Groenlandia. El verano, aunque frío, es la época más amable para conocer una región en la que observar el Sol de Medianoche o descubrir algunos de los glaciares más activos del mundo. Cualquiera que decida acercarse a estos destinos durante estos meses no solo encontrará grandes tesoros naturales, sino que olvidará el, a veces, agobiante calor nocturno de nuestro verano. No debemos olvidar que nuestras queridas playas siempre estarán esperándonos, pero tener la oportunidad de disfrutar del verano de una forma distinta nos puede ayudar a sobrellevar el síndrome post-vacacional gracias a las nuevas vivencias y descubrimientos que hayamos hecho en esta valiosa época del año.