El título de este artículo hace referencia a una de las preguntas más repetidas en los últimos días en la página del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. Y es normal, ya que acabamos de dejar atrás un episodio de temperaturas muy altas, que para mí merece la calificación de ola de calor por los valores alcanzados y la persistencia (del martes al sábado de la semana pasada) en algunas zonas del este y sureste peninsular, aunque por ahora para AEMET no lo ha sido. Aunque muchos echamos de menos las temperaturas tan agradables del otoño o de la primavera, o directamente el frío del invierno, tampoco podemos pedir milagros. Estamos a mediados de agosto, y la temperatura del Mediterráneo ronda los 28ºC. Esto quiere decir que la brisa apenas refresca, un mar tan caliente tiene una mayor capacidad de transmitir el calor y la humedad al aire situado por encima de él. Esto lo notamos especialmente en el litoral, donde en algunos casos las temperaturas no bajan de los 20-22ºC desde principios de julio. Por si fuera poco, se le suma el efecto de la isla de calor urbana en pueblos grandes o en ciudades. En esta época es muy complicado que haga fresco (es algo excepcional), pero no hay que olvidar que estamos en la región que cuenta unas temperaturas medias que son de las más elevadas de Europa, y que incluso en invierno es difícil que haga frío de verdad (salvando las montañas y aquellos sectores expuestos a las heladas de radiación). Por tanto, tendremos que conformamos con el descenso paulatino de los valores máximos y diurnos conforme nos vayamos acercando al otoño, cuando además ya tendremos menos horas de luz. Hasta entonces, a disfrutar de estos días en los que el viento de levante aprieta y en los que tenemos nubes, un verdadero regalo tras unas semanas asfixiantes en el este peninsular.