Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Salud

Usar bien el inhalador reduce un 80% el riesgo de enfermedad pulmonar

Un estudio prueba que los pacientes con problemas respiratorios necesitan recibir "clases" en consulta para seguir correctamente el tratamiento.

Usar bien el inhalador reduce un 80% el riesgo de enfermedad pulmonar

Saber utilizar correctamente el inhalador reduce en un 80% las probabilidades de que los pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) ingresen en el hospital a causa de un brote.

Así lo asegura, al menos, un estudio español publicado hace unas semanas en varias revistas científicas. Media docena de médicos residentes adscritos a Gijón analizaron el comportamiento de un centenar de pacientes adscritos a tres centros de salud del área sanitaria V.

Partían de la sospecha de que, en realidad, buena parte de las agudizaciones se debían a que muchos enfermos no utilizaban sus inhaladores correctamente. Lo comprobaron: varios de los estudiados no sabían instalar los recambios o trataban de utilizar su dispositivo sin llegar a tocarlo con la boca. "Si los médicos y las enfermeras empiezan a enseñar a sus pacientes cómo utilizar su propio inhalador la mejoría será notable", asegura Alejandro Arce, uno de los autores del estudio.

El equipo de profesionales hizo un muestreo aleatorio del listado informático de pacientes con EPOC inscritos en el área sanitaria. Los criterios de inclusión obligaron a que los usuarios tuviesen entre 40 y 75 años (edad más común de esta patología) y que su tratamiento tuviese pautado el uso de inhaladores.

Se excluyeron los que usaban oxígeno domiciliario, por ejemplo, así como los que estaban en un estado terminal de su enfermedad, los que estaban ingresados en el hospital y en estado grave y los afectados por demencia o cualquier trastorno psíquico que impidiese la comprensión del discurso de sus médicos.

Después, se enviaron cartas informativas a 150 pacientes al azar y se contactó con ellos telefónicamente. Aceptaron participar 97, y ellos 56 se asignaron al grupo de intervención y 41 al de control.

Todos los miembros del estudio se sometieron a una primera consulta para recoger su historial clínico y personal (nivel de estudios, hábito tabáquico, vacunación, talla y peso, entre otras variables).

Después, se sometieron a la denominada "espirometría de prueba broncodilatadora", que es la técnica médica que diagnostica enfermedades respiratorias (los afectados deben soplar y respirar en un dispositivo de forma similar a como lo harían con su inhalador).

En dos consultas de revisión, la diferencia aplicada a ambos grupos es que los profesionales corrigieron los errores de uso de los pacientes del grupo de intervención y no a los del de control. "Lo interesante es que fueron dos sesiones muy breves, de menos de cinco minutos cada una, y las conclusiones fueron tajantes", concreta Arce.

Los médicos detectaron fallos de todo tipo. Algunos enfermos no sabían ni quitar la tapa de su inhalador, otros no se acercaban el dispositivo a la boca (así que gran parte del contenido quedaba dispersado en el aire) y muchos no sabían instalar los recambios.

Arce explica que parte de esta confusión se debe a que existen varios tipos de inhaladores, siendo el más conocido el que lleva un cartucho presurizado, como un aerosol, que emite una dosis cada vez que se pulsa.

También son comunes los que funcionan con "polvo seco" (que por lo general se libera cuando el paciente gira una rosca al fondo del aparato) y los que incluyen unas cápsulas monodosis que deben ser perforadas antes de su uso.

El médico asegura que varios de los estudiados se tomaban estas cápsulas oralmente, como una pastilla. "Es la prueba más clara de que a veces recetamos tratamientos con buena intención pero que no sirven de nada si no nos aseguramos de que el paciente sabe cómo adherirse a ellos", comenta.

Ciertos modelos, además, se activan cuando el paciente "hace fuerza" al aspirar, así que muchos enfermos, pese a seguir los pasos correctamente, no lograban recibir las dosis necesarias. "En esos casos el fallo es únicamente nuestro; el EPOC en etapas más avanzadas impide que el paciente inspire y expire correctamente. No parece lógico recetar este modelo de dispositivo si no sabemos si el afectado es físicamente capaz de usarlo", añade Arce.

El estudio, tras doce meses de seguimiento, dio como resultado que los pacientes del grupo de control tenían una probabilidad de agudizar un 86% mayor que los del grupo de intervención. Los instruidos también tenían un 25% menos de riesgo de tener que acudir al médico de Atención Primaria por complicaciones respiratorias y un 80% menos de probabilidades de tener que ser ingresado en el hospital.

Según el informe, además, cada hospitalización por este tipo de agudizaciones multiplica por cuatro las posibilidades de volver a ingresar. "En Gijón hay profesionales expertos en EPOC que ya hacen estas dos consultas instructivas, pero lo ideal es que a partir de ahora este modelo se extienda", sentencia Arce.

Compartir el artículo

stats