Ya ha pasado algo más de un mes desde que las lluvias torrenciales asolaron unas cuantas zonas del sureste peninsular, entre ellas la Vega Baja, la Costera y la Vall d'Albaida. Las precipitaciones fueron extraordinarias, provocando grandísimas avenidas en ríos y torrentes con efectos devastadores. El agua y el lodo se llevaron por delante la vida de ocho personas, un sinfín de vehículos, mobiliario urbano y bienes personales. También levantaron unas cuantas alfombras. Las catástrofes evidencian con una facilidad pasmosa los trapos sucios de nuestras infraestructuras, conductas y rutinas de prevención.

Alguno al leer el título habrá pensado en Andrés Pajares o Fernando Esteso, con sus tropelías en la playa entre bikinis y «farda...» bueno, ya saben. La planificación urbanística que se ha hecho en las últimas décadas ha tenido la misma inocencia, torpeza e incluso quizás picardía que mostraban las películas de Eloy de la Iglesia o Pedro Almodóvar en los años setenta. Se han construido casas en cauces de barrancos, en llanuras de inundación o en los lindes de los ríos, haciendo caso omiso de los mordiscos que había hecho el agua en el pasado. Por eso arrastró coches en Moixent, inundó calles de Ontinyent, hizo navegables las vías de tren en la Font de la Figuera y llevó al sur de la provincia de Alicante al caos.

En Murcia las precipitaciones evidenciaron que el Mar Menor lleva décadas desatendido, y ahora la vida marina está sucumbiendo en las playas de San Pedro de Pinatar. Otro «destape». Las lluvias fueron la gota que colmó el vaso, aportando una cantidad de agua dulce inasumible para la fauna, aunque esto no deja de ser un eslabón más del desastre. El temporal ha dado un altavoz a los técnicos, asociaciones locales y organizaciones que llevan años avisando del mal estado del Mar Menor, debido a los vertidos y la presión urbanística.

Ahora una nueva Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) amenaza con dejar lluvias intensas otra vez en la vertiente mediterránea peninsular. Bueno, siempre que coincida con el viento de procedencia marítima y con altos índices de humedad, condiciones «sine qua non». Primero vamos a cruzar los dedos para que traiga lluvias moderadas y beneficiosas; y segundo, ojalá en esta ocasión solo destape cosas positivas, que airee una sociedad y clase política concienciada con los riesgos de su entorno. Creo que la Comunitat Valenciana está dando pasos al frente, con servicios de predicción o emergencia a la altura y asociaciones, ya bien arraigadas, como la AVAMET.