De nuevo, las lluvias torrenciales han vuelto a ser noticia en España. En esta ocasión, la peor parte se la han llevado en Cataluña, por si no tenían suficiente tras una semana entera con importantes incidentes por la sentencia del juicio del 'procés'. En el momento en el que escribo este artículo (miércoles por la tarde) hay al menos una persona fallecida y 4 desaparecidas. Las precipitaciones han sido de una intensidad extraordinaria, superándose puntualmente los 250 l/m2 en muy pocas horas. Como en el episodio de septiembre, la gran mayoría de los avisos naranjas o rojos estaban activados con 24-48 horas de antelación. Un gran trabajo por parte de AEMET y Meteocat. También titánico la labor realizada por los servicios de emergencias y protección civil. Podemos estar muy orgullosos de su eficacia en España. Entonces, ¿por qué sigue muriendo gente en nuestro país cuando se producen lluvias muy fuertes? Hay que quien le echaría la culpa al cambio climático para tirar balones fuera y librarse de las responsabilidades. La lluvia no mata, pero las imprudencias sí, que es lo que ha vuelto a provocar que al menos una persona haya muerto. ¿Por qué estaban los coches aparcados o circulando por las rieras a pesar de los avisos? Resulta incomprensible. Tuve un flashback porque me recordó mucho a lo que vimos el mes pasado en la Vega Baja (Alicante) y en la Región de Murcia. Desgraciadamente, somos unos analfabetos ambientales. No existe una educación ambiental obligatoria desde primaria, que ayudaría a concienciar y a saber cómo actuar en este tipo de situaciones. Es necesaria una mayor formación y una mejor información. Las riadas son un riesgo recurrente en la vertiente mediterránea, pero algunos medios o personas no tardarán en achacar exclusivamente al cambio climático lo que ha pasado. Y como siempre, se obviará el problema más importante: el factor humano. ¿Aprenderemos alguna vez la lección?