Se acerca el invierno climatológico, y con ello los amaneceres fríos y decorados con los efectos ópticos que nos regala el Sol. El halo solar o antelia es una circunferencia brillante e iridiscente que rodea nuestra estrella y ocurre principalmente en los lugares más fríos y gélidos del planeta. Este fenómeno es más común con bajas temperaturas y la posibilidad de verlos aumenta con la entrada de diciembre. Poca gente sabe a ciencia cierta lo que es, es decir, lo ve, lo disfruta y lo fotografía pero, ¿cómo se forma? Los halos solares están formados por cristales de hielo en suspensión, en las capas más altas de la troposfera.

Es una especie de arcoíris circular, dispuesto a una distancia angular de 22 grados del astro, y se crea cuando sus rayos inciden sobre estos «cristalitos». La formación de la «circunferencia» depende de la cantidad de cristales de hielo y a su vez, de la cantidad de luz que puedan refractar. Los lugares más fríos del planeta son los que más disfrutan de esta imagen de postal, viéndola en reiteradas ocasiones. Observarlos en lugares fríos y a latitudes altas suscita menos interés que verlos en nuestras latitudes o bien, en latitudes más bajas. El frío es un factor importante, pero también el estado del cielo. Los cirros (del latín cirrus) deben dominar el cielo ya que son las nubes con un alto porcentaje de estos pequeños cristales de hielo. Son un tipo de nubes altas y se forman gracias al aire caliente que asciende desde la superficie terrestre, convirtiéndose en los límites de la troposfera en partículas de hielo. Nuestra atmósfera es el escenario de manifestaciones meteorológicas, en algunos casos un juego de luces con las iridiscencias, los arcoíris, los pilares de luz y también los halos lunares o Paraselenes.