Escribo estas líneas a unos 200 kilómetros por hora y con el traqueteo del tren, rumbo a Madrid. Hace unos años, este viaje sería un motivo de regocijo pero ahora no me puedo quitar a Greta Thunberg de la mente. Sobre todo porque mi destino es IFEMA y la famosa Cumbre del Clima, donde espero ver a un montón de máximos mandatarios intentando llegar a acuerdos sin 'lucir palmito'. Esto último la verdad es que se me antoja difícil, ya se habla muy poco del bien común. No está de moda, se lleva el artificio. Thunberg tiene una causa extraordinaria y está logrando dejar huella en la juventud pero, no sé si mal aconsejada, o superada por su propia idiosincrasia, está perdiendo tirón. Ahora se habla más del borrico ofrecido para que llegue a la COP25, del barco repleto de "pijos" con el que ha cruzado el Atlántico y del sillón amarillo en el que se retrató con su madre, que vale un potosí y está hecho de cuero animal. Admirada Greta, creo que ha llegado el momento de dejar paso a los expertos, para que señalen el problema y, además, ayuden a resolverlo. Y lo digo yo, desde un AVE a todo trapo con una huella de carbono tremenda.

Quizás es cosa mía, pero cada vez veo una sociedad más irascible y polarizada. Estamos en una época de extremos, donde alguien puede pasar de ser la viva imagen del edén al averno en cuestión de tres noticias, o la presión de 'x' lobbies, según los más conspiranoicos. Vaya usted a saber. Mi intención con este comentario, escrito en este pepino metálico, raudo y contaminante -obsesión-, es que no se dilapiden las buenas causas científicas que luchan para que nuestro futuro sea mejor. Noto que con el declive de la joven ecologista se está degradando, también, la idea de que existe un cambio climático alentado por el ser humano. Esto parece innegociable y, aunque al final nuestra influencia no fuera tal, hay problemas que apremian: 7 millones de personas mueren cada año por la contaminación, sobreexplotamos los recursos y la basura un día nos comerá, si no reciclamos. Esto del AVE me ha puesto sensible, ¿no había un burro para mi?