Según la mitología griega, hace ya muchos años, Ulises fue acogido por Calipso en una cueva en mitad del océano. Calipso, hija de titanes y con una estrecha relación con el mar, tenía la capacidad de otorgar la inmortalidad. Y, muchos años después, un satélite con el mismo nombre arroja ahora los primeros datos de una profunda investigación sobre los mares de la Tierra.

Tras una creación conjunta por parte de la NASA y del Centro de Estudios Espaciales francés, Calipso ha sido (y es) capaz de poder barrer, a través de un láser, las primeras capas de la superficie marina (hasta un máximo de 20 metros de profundidad) sin alterar a las especies que lo habitan ni al medio marino. Gracias a él podemos saber que, algunas especies que apenas suelen ser visibles durante el día, suben de noche desde las profundidades del océano a las capas superficiales para poder alimentarse. Y que las especies más pequeñas, cuando comienzan a esconderse los últimos rayos de luz, buscan refugio, como si supiesen que los grandes depredadores aparecerán para alimentarse a medida que avance la noche. Un fenómeno que, sobre todo, ocurre en las regiones oceánicas de mayor visibilidad, pues en las zonas con aguas más turbias ocurre lo contrario: hay más especies, pero no aparecen tantos grandes depredadores por la escasa visión. Estudios como este nos abren una nueva puerta para continuar descubriendo y averiguando los comportamientos y forma de vida de algunas de las especies más misteriosas del planeta. Si bien durante estos días estamos asistiendo a una cumbre sobre el clima de la Tierra no debemos olvidar que los océanos son una parte fundamental de la vida tal y como la conocemos.