Hace unos días este diario publicaba una noticia de enorme interés para el funcionamiento del clima terrestre. La Tierra circula en estos momentos a velocidad máxima orbital en el movimiento de traslación alrededor del Sol. Este hecho coincide con el momento del perihelio, es decir, el período del año en el que la Tierra está más próxima al Sol. En julio se producirá el afelio, es decir, todo lo contrario, el momento de mayor alejamiento de la Tierra respecto al Sol, en su movimiento orbital. Esto se debe a que la órbita de movimiento de la Tierra alrededor del Sol no es un círculo perfecto, sino una elipse y además excéntrica, es decir, el Sol está más cerca de uno de sus lados. Las repercusiones atmosféricas de este hecho orbital no son apenas notables en el día a día. De hecho, la Tierra está más cálida durante el afelio que ahora en el perihelio cuando estamos más cerca del Sol. Y ello es debido al carácter más marítimo del hemisferio sur que tarda más en calentarse, aunque tengamos la fuente de calor del Sol más próxima. Si el afelio tuviese lugar en invierno y con la actual inclinación del eje de rotación terrestre, los inviernos serían algo más fríos en nuestro hemisferio norte y los veranos más calurosos. A nivel global la radiación solar media anual equilibra esta diferencia estacional. Mientras que nuestro clima ha funcionado, hasta mediados del siglo XIX, dependiendo exclusivamente de factores astronómicos y naturales, todo resultaba más sencillo y el cálculo del balance energético respondía básicamente a estos procesos. Ahora sabemos que la mano del ser humano está alterando este balance, forzando un proceso de acumulación de radiación de onda larga que está detrás del calentamiento térmico que se registra en las últimas décadas.