Cuando tenemos un mal día, atravesamos un momento duro o simplemente sentimos cierta tristeza sin motivo aparente nos gusta recibir un abrazo. Uno de esos fuertes y duraderos que nos llenen de energía y nos reconforten. Aunque pueda parecer muy sentimental, la explicación viene respaldada por la ciencia.

Normalmente, los abrazos de las personas suelen durar unos tres segundos, pero los investigadores han descubierto que cuando un abrazo se alarga al menos hasta los 20 segundos, se produce un efecto terapéutico que influye tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo.

Un abrazo sincero produce una hormona conocida comúnmente como la hormona del amor, científicamente denominada "oxitocina", que ayuda a la relajación y hace que nos sintamos más seguros. También es eficaz para superar nuestros miedos y ayuda a paliar la ansiedad.

Además, los abrazos hacen que las personas ganemos confianza entre nosotras y fortalecen las relaciones interpersonales. Por ello, es recomendable dejar la vergüenza a un lado y no tener miedo a mostrar los sentimientos. Un abrazo, además de mejorar nuestra propia autoestima, es una buena forma de conectar con otra persona y reforzar los vínculos entre las seres queridos.

Aunque parezca que no guarda ningún tipo de relación, en la mente humana muchas cosas están vinculadas entre sí. Es por ello, que aunque resulte extraño, recibir y dar abrazos sentidos puede ayudar a disminuir los antojos y tratar el insomnio. A menudo comemos por nuestras emociones y si no nos encontramos bien, podemos darnos atracones de alimentos sin apenas tener hambre. Por ello, si nos sentimos relajados y con la mente despejada es más fácil conseguir un equilibrio en la alimentación. Algo similar ocurre con el sueño, ya que el organismo responde liberando serotonina cuando duerme abrazado, lo que contribuye a tener un sueño más profundo. Tanto es así que es posible comprar una manta gruesa que se moldea al cuerpo imitando un brazo cálido al que poder abrazarse para lograr un mejor sueño.