Si pudiéramos hacer un control de «doping» a los fenómenos extremos que últimamente se están produciendo en muchos puntos del mundo, ligado al calentamiento global, estoy seguro que parte de ellos darían positivo. Esto, al margen de la broma, hace unos años hubiera sido un despropósito afirmarlo. Los expertos se habrían opuesto a una afirmación de tal calibre. Normalmente, los eventos meteorológicos puntuales no se pueden asociar al clima, cuyas conclusiones requieren de al menos una treintena de años para tener validez científica. Se tienen que convertir en una constante en el tiempo. Sin embargo, multitud de estudios recientes evidencian que cada ola de calor, huracán o borrasca adolece de cambio climático, porque el ascenso de la temperatura en el planeta influye en su comportamiento de un modo u otro.

En el caso de la borrasca Gloria y del temporal invernal que aún hoy perdura en numerosos puntos del país, también se puede establecer un vínculo con el mencionado calentamiento global. Hace unos días Jorge Olcina, Catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante y director del Laboratorio de Climatología, salió al paso en varios medios de comunicación hablando del Ártico, «jet stream» y los episodios de DANA. Sí, las ya famosas Depresiones Aisladas en Niveles Altos. Según argumentaba Olcina, el chorro polar que es el causante de la mayor parte de los cambios de tiempo en este rinconcito del mundo está modificando su «modus operandi». Es un potente flujo de aire que se dispone a unos 10 kilómetros de altitud, normalmente al norte de la Península Ibérica. Habitualmente fluye de forma más o menos recta, con leves ondulaciones, pero a veces crea pronunciados meandros que traen a nuestro país borrascas, frentes y alguna que otra DANA, por ejemplo. Pues bien, últimamente se está observando que esta corriente en chorro cada vez anda más meandrizada, facilitando así los descuelgues de aire frío que nos dejan el tiempo más adverso.

Así se puede explicar que, en cuestión de tres años, hayamos tenido dos temporales en enero sin parangón entre las series históricas de datos. Al menos podemos afirmar que no se ha visto nada igual en el último siglo. Los 84 centímetros de nieve caídos estos días en Vilafranca nunca se habían registrado, y sus datos son centenarios. Tampoco las olas habían llegado a los 8,44 metros en la boya de València, perteneciente a Puertos del Estado. No son habituales los 780 litros por metro cuadrado sumados en La Vall de Gallinera en 72 horas (AVAMET), y mucho menos los 3.035 rayos que se detectaron el martes en la Comunitat Valenciana. Estos dos últimos datos no son propios de este mes. Sí, hay que adaptarse a la nueva realidad climática.