Sin duda, las imágenes más repetidas tras el paso de Gloria han sido aquellas que mostraban la destrucción de playas y paseos marítimos en el Mediterráneo español. Como es habitual en estos casos, muchos salieron a escudarse en la excusa de la emergencia climática para justificar tal desastre. La cosa no es tan simple, y como sucede con las inundaciones, la actuación del ser humano sobre el territorio amplifica las consecuencias de estos fenómenos, que son cada vez más violentos como consecuencia del cambio climático. Durante el temporal de la semana pasada, desde el punto de vista meteorológico se dieron las dos condiciones que posibilitaron que se formaran olas más propias de las costas cántabras o de Galicia: el viento del noreste alcanzaba el mayor «fetch» (distancia en la que el viento sopla sin cambios significativos dirección y sin encontrar obstáculos) posible, mientras que en la Comunitat Valenciana, Murcia o Baleares se produjo una importante subida del nivel del mar, de más de medio metro, por la rápida profundización en superficie de Gloria. Este fenómeno se conoce como marea de tormenta. Hasta aquí, todos de acuerdo. Pero de nuevo se obvia el principal problema. ¿Las playas se quedan en algunas zonas sin arena por culpa de la subida del nivel del mar? No. La construcción de presas que interrumpen el aporte de limos, arenas o cantos (aunque conozco a gente que pone el grito en el cielo porque el agua de un río llega al mar); la destrucción de cordones dunares hoy en día ocupados por monstruosos bloques de apartamentos, y las ampliaciones de puertos y aparición de espigones que alteran la deriva litoral de estos materiales que arrastran los ríos tiene mucho que ver. Muchos propietarios, que no son culpables, se han visto literalmente con el agua al cuello. Y ahí estamos con la modificación de la Ley de Costas de 2013, renovando concesiones de viviendas que ocupan el dominio público en una región en la que los fenómenos extremos son cada vez más extremos. ¡Toma ya! Gloria me da para muchos artículos. Pero la conclusión es que vamos mal en educación ambiental y en Geografía.