Es la pregunta de fondo que preside el nuevo ensayo -Perdiendo la Tierra- del novelista americano Nathaniel Rich. En sus páginas uno se sumerge en una trama detectivesca, casi de suspense, donde se van exponiendo, excelentemente documentadas, las ideas que justifican su tesis: en la década de los años ochenta del pasado siglo existían ya datos suficientes como para haber tomado medidas más drásticas en la lucha contra el calentamiento climático actual, que no se llevaron a cabo. Se perdió una década y casi dos. Todo comenzó en la primavera de 1979, a raíz de un informe elaborado por la Agencia Americana de Medio Ambiente (EPA) donde se señalaba claramente que «el uso continuado de combustibles fósiles podría, en dos o tres décadas, provocar cambios importantes y perjudiciales para la atmósfera del planeta Tierra». Tuvimos que esperar casi veinte años, el 11 de diciembre de 1997, para que un grupo amplio de países del mundo, -Estados Unidos no estaba entre ellos- firmase el conocido Protocolo de Kyoto que establecía obligaciones de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Cuestión distinta es el grado de cumplimiento de dicho acuerdo que no ha sido nada esperanzador. En aquellos años ochenta se sucedieron una serie de tramas políticas por la diferente sensibilidad en la comprensión del tema de los partidos republicano y demócrata, de presiones de los sectores económicos relacionados con el petróleo y carbón que no querían oír hablar de disminución o cese en su actividad, de las primeras manifestaciones de ciudadanos, animados por los grupos de defensa ambiental, preocupados por la cuestión pero, también, de los primeros movimientos de un negacionismo fuertemente armado entonces por falta de datos climáticos concluyentes. Es un libro de obligada lectura para los que están preocupados con el actual proceso de cambio climático, porque descubrirán por qué la política, muy especialmente la estadounidense, tardó tanto en reaccionar a nivel planetario. La portada del libro ilustra bien sobre lo que pasó en esos años: como el avestruz, los que pudieron tomar medidas para detener el cambio climático metieron la cabeza bajo tierra. El problema siguió su curso, hasta ahora, que se ha convertido en un asunto principal de la acción de los gobiernos del mundo.