En la Tierra se producen tormentas de forma esporádica, muchas llevan un gran aparato eléctrico de rayos y relámpagos, asociadas a las nubes llamadas 'Cumulonimbos'. En Saturno, la atmósfera es diferente a la nuestra y es probable que las nubes estén formadas por cristales de amoníaco.

Ocasionalmente se forman tormentas en la atmósfera de Saturno y alguna de ellas han sido visibles desde la Tierra. La sonda Cassini ha podido captar en varias ocasiones grandes tormentas saturnianas. La más grande captada contaba con rayos 10.000 veces más potentes que los de cualquier tormenta en nuestro planeta. Aunque resulta inimaginable que una tormenta dentro de nuestro sistema solar pueda durar más de 7 meses, en Saturno es posible y en algunas ocasiones llegan hasta 10 meses de duración.

Allí existen dos tipos de tormentas, las pequeñas que surgen de vez en cuando -de 2.000 kilómetros de ancho- y las grandes 'manchas blancas'. Según los expertos, las tormentas se originan en las profundidades de Saturno, a unos 200 kilómetros por debajo de las nubes superiores.

El proceso de formación de una tormenta saturniana podríamos atrevernos a decir que es 'similar' al de una gota fría en el Mediterráneo, eso sí, a gran escala. Hay vapor de agua, este se concentra y se condensa liberando mucho calor. Cuando el aire sube y llega a las nubes superiores, se forma esa gran 'mancha blanca' que suele producirse cada año saturniano, o cada 30 años terrestres, para entendernos.

La larga duración de las tormentas saturnianas tiene que ver con la humedad, que impide durante décadas la circulación de los gases. Las moléculas de agua son más pesadas en comparación con el hidrógeno y el helio. De esta forma el aire caliente no puede circular y se acumula en las capas bajas, hasta que en un determinado momento este equilibrio se rompe y se forman estas tremendas y duraderas tormentas.