Jesús Apolinar, 'Polo', es un doctor de atención primaria en Allariz (Ourense), a donde llegó hace trece años. Pero su labor va más allá, pues ejerce de médico rural. Compagina su labor asistencial en el centro de salud con llamadas y visitas a domicilio en las aldeas, donde reside gente de mayor edad. "Una población a la que hay que cuidar muchísimo", expone en una conversación con Efe, pues no en vano vela para intentar que el virus causante de una crisis sanitaria sin precedentes cercanos haga estragos en estos lugares.

Este profesional, que ha trabajado en campamentos de Tinduf y en el Sahara, forma parte de esa primera línea asistencial. Sería capaz de enumerar los 92 núcleos que componen Allariz y de hacer lo propio con Xunqueira y Taboadela, el triángulo en el que se concentra su trabajo. Y de igual forma está muy al tanto de los historiales, hecho que le facilita el acertar con los tratamientos más adecuados.

En las pequeñas zonas facultativos como Polo suponen una figura fundamental, hasta en la labor de tranquilizar a una ciudadanía que en muchos casos recurre únicamente a la televisión como el principal medio para informarse, sin opción de hablar con profesionales. Salvo cuando "Polo" está ahí para escuchar y aclarar.

La tercera parte de la población de Allariz reside en aldeas con muy pocos habitantes, circunstancia que hace que la pandemia desencadenada por un patógeno para el cual no hay vacuna se lleve de forma "más relajada", confiesa el galeno. "Es más fácil mantener la distancia social", abunda. "La gente está muy concienciada y está cumpliendo las normas de confinamiento. Por ahora, tenemos muy pocos casos", concreta "Polo", que este mes se ha estado desplazando por calles completamente vacías.

En la charla, no obstante, incluye un "pero", que él, como buen conocedor de esa realidad, detectó. "Al principio en alguna aldea se veía más población de la habitual".

En condiciones de normalidad, Allariz es un lugar al que acuden personas procedentes de otras comunidades que cuentan allí con una segunda residencia.

Apolinar, que colabora también con el Comité Antisida, opina que Covid-19 va a suponer sin duda alguna "un antes y un después en nuestra forma de actuar" y en el modo de ser y de estar en el mundo.

Por ello, la preocupación de este médico se extiende asimismo a la detección de "problemas de salud mental y cuadros de ansiedad", los cuales pronostica que irán "en aumento" en el supuesto de que se prolongue durante mucho más tiempo el encierro. "Estaremos preparados". Es la reflexión de un sanitario que desde que comenzó la alarma acude a su consulta prácticamente a diario para ayudar y atender a los pacientes. Y lo hace por la vía que sea.

Para protegerse, estos médicos disponen de equipos de protección, EPIS, que llegaron, aunque "eso sí con retraso".

La principal inquietud de Polo, muy compartida entre los de su gremio, radica hoy en la falta de pruebas de diagnosis, por lo que demanda a la Xunta la realización de más test a los profesionales con el objeto de evitar "ser un vector de transmisión" e invita a proceder, del mismo modo, en las residencias de ancianos.

De momento, Allariz, que suma 6.200 habitantes y 4.000 de ellos en la propia villa, respira con cierta tranquilidad. "Estamos muy bien organizados. La gente está siendo tremendamente respetuosa y no hay nadie fuera. Únicamente para ir al supermercado, al estanco o a la farmacia", suscribe "Polo".

El civismo se ve complementado con una limpieza intensiva de sus residencias, donde, por el momento, no ha habido focos de contagio.

Ya pensando en la desescalada, este especialista ve positivo el uso de mascarillas a fin de reducir las probabilidades de contagio.

Destaca, de su experiencia personal en Asia, continente que visitó en profundidad, el uso tan interiorizado que hay en esa cultura de la mascarilla. "Y no tanto para proteger al portador de la misma como para hacerlo con el que está enfrente", hasta tal punto incluso, concluye, que la llevan "casi que por educación".