Algunos de los grandes retos que presenta la tesitura actual es aprender a gestionar nuestras emociones, ayudar a nuestros hijos a gestionar las suyas, y hacerlo de forma que minimicemos, en la medida de lo posible, las consecuencias psicológicas que se puedan derivar. Pero este no es un objetivo sencillo, requiere de trabajo, consciencia y constancia.

Así pues, hemos entrevistado a Silvia Álava y Ángel Peralbo, psicólogos del equipo de Centro de Psicología Álava Reyes, dirigido por María Jesús Álava, para que nos den claves sobre cómo conllevar esta situación y ayudar también a nuestros hijos a hacerlo.

En estas semanas de confinamiento hemos tenido que hacer frente a una situación desconocida y sin precedentes que ha despertado muchas emociones en nosotros y en nuestros hijos, especialmente relacionadas con el miedo, la incertidumbre, la ansiedad... ¿Qué importancia tiene la gestión emocional en estos momentos?Ángel Peralbo:

Ante una situación como la que estamos viviendo de confinamiento, de "parada técnica" impuesta, necesaria y nada previsible porque no existían precedentes, y donde, no nos olvidemos, se pueden estar viviendo problemas de salud, dentro o fuera del ámbito de la familia, lo primero que se genera es un estado de indefensión a partir del cual se va a poner en marcha cierto abanico de emociones, propio del ser humano ante situaciones alarmantes. Es el primer escudo protector que desplegamos las personas ante estímulos que, potencial o realmente, nos pueden desequilibrar. Hay que entender que las emociones tienen el cometido de ayudarnos a adaptarnos, y, por tanto, una de sus principales funciones es activar y generar acciones que reequilibren y devuelvan el ajuste que nuestro cerebro necesita para seguir funcionando con la mayor normalidad posible. Esto solo lo conseguimos gracias a esa gestión emocional que es la que nos va a permitir pasar de los estados de alarma a estados sostenibles, adecuados e incluso positivos, como los más propicios para vivir y disfrutar.

En estos momentos, una adecuada gestión de las emociones va a consistir en:

Detectar e identificar cómo nos sentimos, cuál es la emoción básica o compleja que predomina, qué indicadores internos aprovecha nuestro cuerpo para que lo podamos notar. Cada persona es muy distinta también en este sentido y, así, hay niños que pueden mostrar más nerviosismo a través de indicadores como el bloqueo o un exceso de movimiento y otros pueden mostrar más preocupación a través de conductas de cierta agresividad o aislamiento.

Identificar cuál es el motivo por el que se siente o nos sentimos de esta forma concreta, para conocer tanto la etiqueta, el nombre de la emoción, como lo que les lleva o nos lleva a ella. No es lo mismo sentir frustración porque el confinamiento no me permite hacer lo que yo quiero, que miedo a contagiarme o tristeza por pensar que esto va a ser un auténtico desastre.

Expresar lo que sentimos y buscar la forma de canalizar esas emociones, además de manejarlas para que no nos inunden, no permanezcan en el tiempo y se conviertan en estados habituales y, por el contrario, sirvan de señales que desde la aceptación de la difícil situación, nos permiten poner en marcha estrategias que nos calmen y que nos ayuden a pensar con realismo y optimismo, como claves de superación de esta etapa negativa.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a que gestionen sus emociones cuando muchas veces nosotros mismos no somos capaces de hacerlo?Ángel Peralbo:

El primer precepto que debemos tener en cuenta es que las emociones en las personas son las características más experienciales y menos teóricas que existen, lo que quiere decir que no es suficiente con decirle a alguien cómo tiene que regularse, sino que además hay que enseñarle a hacerlo y encargarse de que practique.

Dicho esto, el mecanismo más básico por el que el niño va a aprender es por imitación, lo que, teniendo en cuenta su gran destreza como observadores, va a llevar a los padres a cuidar mucho cómo muestran su miedo, su desesperación, su angustia, etc.

Por tanto, como adultos, los padres empezarán por su propia gestión emocional, de igual modo que en un avión que sufre un episodio de descompresión no se les debe poner la mascarilla primero a los niños. Y lo harán poniendo en marcha esa gestión emocional de la que hablábamos antes.

No obstante, los padres no tienen que mostrar que son perfectos y que nada les afecta; más bien, deben buscar esa calma para que los niños vean y validen como normales en estas circunstancias esas emociones de carácter negativo, y, a partir de ahí, esforzarse por regularlas, paliar sus efectos, ayudando a los niños a expresarlas y a canalizarlas, aportándoles esas estrategias, como las técnicas de relajación, que tanto ayudan en la autorregulación y que, en un momento como el que estamos viviendo, bien puede ser una actividad para hacer juntos, padres e hijos, como una manera más de enseñar que todos buscamos y encontramos esa regulación emocional.

Lo que a los niños les va a permitir regularse será que reciban ayuda para expresar lo que sienten, será ayudarles a entender por qué lo sienten y llevar a cabo juntos estrategias para conseguir que se sientan calmados y tranquilos.

No queremos transmitir nuestros miedos y preocupaciones a nuestros hijos, pero tampoco queremos decirles mentiras y ocultarles la realidad... ¿Qué podemos hacer?Ángel Peralbo:

La idea es, como decíamos antes, identificar bien lo que sentimos y expresarlo, explicarlo y conducirlo para aprender a paliarlo y que no acapare todas las respuestas, ni las nuestras como adultos, ni las de los niños.

¿Qué no debemos hacer? Ni negarlo ni excedernos.

No debemos negarlo ni hacer como si no pasara nada, puesto que nuestros hijos pueden ser simples, por su edad, pero se darán cuenta de que algo no va bien, y, como no sabrán qué, se darán su propia explicación, lo que puede ser aún más contraproducente y preocupante que lo que ocurre en realidad.

No debemos darles más información que la que por su edad, por su nivel de comprensión y por su capacidad de conocimiento pueden digerir. La información por sí sola no se traduce en conocimiento; por tanto, hay que darles información ajustada, real y acompañada de la seguridad del adulto, que no debe faltar en ningún caso.

Esforzarnos por mantener la calma nos va a permitir escoger bien, en cada momento y en función de cómo están los niños, el recurso adecuado. Si están alterados, la cercanía y la seguridad que les brinda esa presencia tranquila del adulto es lo adecuado; si están tranquilos pero preguntan y tratan de conocer lo que ocurre, la explicación serena y real les ayudará a ir entendiendo.

Oímos mucho que tenemos que resistir y ser fuertes, pero hay veces en las que se hace muy complicado. ¿Podemos elegir cómo sentirnos, está en nuestras manos elegir nuestro estado de ánimo?Ángel Peralbo:

En primer lugar, entendemos que no escogemos el dolor, ni siquiera la preocupación, natural en este tipo de circunstancias, ni, en mucho menor grado, las causas que pueden provocarlos, como en este momento el Covid-19. En segundo lugar, sabemos que, de forma natural, esas circunstancias, esas preocupaciones y ese dolor nos van a llevar a todo ese conjunto de emociones no escogidas, viscerales, automáticas, que nuestro bagaje primigenio y heredado nos facilita; pero a pesar de ello, lo que podemos y debemos hacer es ejercer la capacidad que tenemos de regularnos, de reequilibrarnos, de ajustarnos a través de las posibilidades que nos brinda también nuestro cerebro y que con trabajo y esfuerzo personal, siempre nos permite pasar de esos patrones automáticos a respuestas adaptativas, de regulación, que nos llevan a la calma, a la tranquilidad, al afrontamiento de las dificultades aceptadas y que nos encaminan a resistir, a fortalecernos, a ver luz al final del túnel y a sentirnos lo suficientemente fuertes como para acompañar estas vicisitudes con resiliencia e incluso como una inevitable oportunidad para mejorarnos, poniéndonos a prueba y superándonos en alguna medida. Las crisis vitales que se pueden producir ante estas adversidades suelen ser momentos donde nuestro estado de ánimo aterriza para subir, con trabajo personal, más alto que nunca.

Cuando todo esto acabe vamos a tener que hacer un esfuerzo por recuperarnos y volver a la normalidad, levantarnos otra vez y ayudar a nuestros hijos también. Esto se relaciona mucho con el concepto de resiliencia; ¿se puede educar en la resiliencia?Silvia Álava:

El término resiliencia procede de la física de los materiales: es la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. Cuando nos referimos a los humanos, la resiliencia es la capacidad de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado de situación adverso.

No hablamos de resiliencia como una capacidad estática, sino como "procesos resilientes" que abarcan múltiples factores que se pueden entrenar, y que se puede enseñar a los hijos. Se trata de fomentar lo que se llama resiliencia proactiva. Para ello:

Evita ser sobreprotector con tus hijos. Los niños cuyos padres tienen un estilo educativo sobreprotector, además de desarrollar menos capacidades emocionales, generan menos procesos de resiliencia. Dárselo todo hecho, o evitar que se tengan que esforzar para conseguir sus objetivos, es un impedimento para el desarrollo de la resiliencia.

No busques culpables. La actitud de víctima es justo la contraria a la de ser resiliente. Se trata de ver qué es lo que cada uno de nosotros puede hacer para solventar o mejorar la situación. Se trata de poner el foco en nosotros, no en los demás.

Trabaja la responsabilidad. Que cada hijo sea autónomo y responsable de sus cosas ayudará a que sea más resiliente.

Enséñales a poner el foco en lo positivo de cada situación; por ejemplo, los buenos momentos que estamos viviendo juntos, estar más tiempo con papá y mamá...

Promueve su autoestima, que se sientan seguros y capaces de resolver las situaciones. No dejes de reconocer sus logros, pero, sobre todo, enséñales a que ellos mismos sean capaces de reconocerlos.

Trabaja la perseverancia. Es una de las fortalezas del carácter más relacionadas con la motivación de logro y una clave fundamental para conseguir los objetivos.

Sé realista y no te equivoques: las personas resilientes también sufren. Emociones como la tristeza, el enfado, la frustración... surgen de forma natural en situaciones como las que estamos viviendo en estos momentos y en los eventos traumáticos. Ser resiliente no significa que no sientas emociones negativas, sino que has aprendido a manejar mejor dichas emociones.

Un tema que nos preocupa mucho en estos momentos es cómo superar la muerte de un familiar o un ser querido, sobre todo teniendo en cuenta la imposibilidad de estar cerca y despedirnos en los últimos momentos de su vida. ¿Qué podemos hacer para llevar esto de la mejor manera posible y a la vez ayudar a nuestros hijos a gestionarlo?Silvia Álava:

Durante la crisis del coronavirus muchas personas están perdiendo seres queridos, familiares y amigos, con el agravante de no poder acompañarlos en su enfermedad, ni haber podido despedirse de ellos. Estas circunstancias dificultan el duelo y también afectan a los niños. Es importante que tengamos en cuenta también a los niños en esta situación, para que puedan participar en el duelo.

Os recomendamos observar las siguientes recomendaciones:

Los niños se dan cuenta de que algo ocurre. No les mientas y dales la noticia lo antes posible. Para ello, debes transmitirles el mensaje adecuado a su edad. Explícales que el familiar ha muerto y que no podemos ir al entierro, ni al funeral, porque con la cuarentena no se puede salir de casa, dado que además de existir la posibilidad de infectarnos, se podrían infectar también el resto de los familiares. Que entiendan que el abuelo o la abuela o los tíos, también se podrían poner malitos... No es momento de ocultarles la realidad.

Deja espacio para que ellos asimilen la noticia. Puede que en ese momento no lo entiendan o no sean capaces de asimilarlo. Pero en algún momento preguntarán y debes estar preparado para responder a sus preguntas.

— Explícales que, en esta situación, por el Covid-19, no podemos ir a ver al familiar al hospital cuando está malito, ni tampoco, en caso de fallecimiento, ir al funeral, ni al entierro.

— Cuando son pequeños necesitan buscar un culpable porque no entienden por qué no han podido ir a verlo. Alguien que "haga de malo" o una autoridad superior. Se les puede explicar que no podemos ir a despedirnos porque está prohibido, que no es por nuestra propia decisión.

Utiliza el contacto físico (siempre y cuando no estés infectado o con síntomas de Covid-19), y dales la mano según se lo explicas, o acarícialos. Un abrazo en estos momentos puede decir más que mil palabras.

Favorece que puedan despedirse, mediante una carta o un dibujo.

Fabrica una caja de los recuerdos, donde podamos guardar algún objeto de nuestro familiar, fotografías... que permita que los niños puedan acceder a ello siempre que quieran.

Estando las 24 horas del día con nuestros hijos e hijas y habiéndoles privado de la independencia de la que gozaban anteriormente, ¿cómo podemos evitar caer en la sobreprotección? Sobre todo, teniendo en cuenta que estamos viviendo una situación en la que nos preocupan mucho las consecuencias que se puedan derivar...Silvia Álava

: La situación de confinamiento es un momento clave para trabajar la autonomía y la responsabilidad de los niños, que, además, es justo lo contrario de la sobreprotección.

Se trata de trabajar la idea del equipo. En casa vivimos varias personas y todos somos miembros de una familia que funciona como un equipo, y por tanto, habrá que resolver las cosas en equipo. Eso significa: fuera los conceptos de "hay que ayudar a mamá". No, todos vivimos en esta casa, las cosas se hacen entre todos y vamos a distribuir las tareas en función de la edad y de las posibilidades de cada miembro de la familia.

— Además, durante el confinamiento tenemos tiempo; es el momento ideal para que los niños se hagan mucho más autónomos. Que hagan ellos sus cosas, aunque tarden más que los adultos.

Educa en responsabilidad. Que cada miembro de la familia se haga responsable de sus cosas. En el caso de los niños, de sus deberes, de hacer las tareas escolares, del estudio... Es un momento fantástico para que puedan hacerlo. Se trata de darles más libertad y más espacio para que sean ellos quienes actúen y asuman las consecuencias de hacerlo.

— Se trata de educar para conseguir que nuestros hijos sean más seguros, más autónomos, más responsables, que entiendan la situación que estamos viviendo, tanto su complejidad como los peligros que conlleva, sin pretender asustarlos o meterles miedo.

Fomentar la higiene y el cuidado, para evitar posibles futuros contagios. Los niños asustados no tienen recursos para afrontar las situaciones peligrosas. Los niños informados y educados en responsabilidad, sí.

Hablando de consecuencias, ¿cuáles son los efectos adversos que podemos tener, tanto nosotros como nuestros hijos, tras pasar por una situación como la actual? ¿Podemos hacer algo para intentar evitarlos?Silvia Álava:

Nunca habíamos vivido una situación como la actual, así que a fecha de hoy no existe evidencia científica de cómo puede afectar a los niños esta situación. Sin embargo, podemos llevar a cabo las siguientes acciones para evitar, en la medida de lo posible, los efectos negativos del confinamiento.

Cinco acciones que nos pueden ayudar a evitar las consecuencias negativas del confinamiento:

1. Explica bien a tu hijo lo que está ocurriendo. Los niños son muy buenos detectado que algo ocurre y captan mucha información. Sin embargo, no tienen la experiencia necesaria para interpretar la realidad. Necesitan que sus progenitores decodifiquen el mensaje. Es decir, que se lo expliquen en unos términos adecuados a su edad y a su propio desarrollo.

2. Requieren que sus necesidades tanto fisiológicas como emocionales estén cubiertas. No pongamos sólo el foco en que estén hechos los deberes; debemos dejar un espacio para que puedan expresar sus emociones, para que exterioricen cómo se sienten en esta situación.

3. Valida sus emociones, es normal tener miedo, y los padres deben saber cómo gestionarlo. No tenemos que quitarle importancia, pero sí tranquilizarlos y proporcionarles seguridad.

4. Mantén horarios y rutinas, eso les hará sentirse seguros.

5. Cuida cómo estás tú. Los niños necesitan que sus padres muestren seguridad y que manejen la situación desde la calma y la serenidad.