El impacto que tiene sobre la fauna el confinamiento de las personas en las ciudades da lugar a muchas interpretaciones. Si bien no disponemos de datos finales y contrastados para estimar este efecto, los estudios previos permiten anticipar algunas consecuencias. Daniel Sol, investigador del CSIC en el CREAF, junto con los investigadores del CREAF Oriol Lapiedra y Aina Garcia afirman que el confinamiento permite a corto plazo observar cambios en el comportamiento de las especies o, incluso, que se producirá un incremento local de la biodiversidad. Pero también insisten en que es probable que estos cambios sean efímeros y la mayoría de sus consecuencias desaparecerán cuando la actividad humana vuelva a niveles similares a los previos a la crisis. Los tres investigadores afirman que "para muchos animales, el coronavirus sólo habrá sido una trampa ecológica, es decir, una falsa percepción de que las ciudades son lugares adecuados para vivir". La trampa ecológica es la situación en que las condiciones del ambiente inducen a los animales a percibir un hábitat como apropiado para vivir o reproducirse cuando, en realidad, no lo es. Un ejemplo es el de insectos efemerópteros, que ponen los huevos sobre el asfalto, porque la luz polarizada que produce se confunde con la de la superficie del agua donde habitualmente se reproducen. Por tanto, el confinamiento expone a los animales a condiciones que pueden tener poco que ver con las que experimentarán en el futuro, cuando las personas y los coches vuelvan a las calles. Si, por ejemplo, los pájaros aprovechan el bajo nivel de perturbaciones humanas para criar en zonas donde antes no lo hacían, la reproducción podría fracasar una vez la actividad recupere cierta normalidad. En las ciudades algunos pájaros, como los herrerillos, cantan a una frecuencia más alta que fuera de los núcleos urbanos. Este podría ser un mecanismo para evitar que el sonido pase desapercibido debido a los ruidos de la ciudad, que suelen ser de frecuencia baja (sobre todo debido a los motores de los vehículos). Por lo tanto, con el confinamiento podríamos esperar algunos cambios en el canto de los pájaros. Sin embargo, es poco probable que este hecho favorezca especies de pájaros que cantan a frecuencias bajas, como se ha sugerido, porque no hay evidencias claras de que la frecuencia del canto sea un factor importante a la hora de colonizar áreas urbanas. Una particularidad de las zonas altamente urbanizadas es que su fauna está dominada por unas pocas especies súper abundantes, como las palomas, las gaviotas o los ratones. La proliferación de estas especies en las ciudades tiene mucho que ver con su capacidad de aprovechar el alimento generado por la actividad humana. Liberados de competidores y enemigos, su número puede crecer hasta convertirse en plagas. Estos días, la disminución de la actividad humana puede reducir la abundancia de alimento y afectar, por tanto, las especies que son más dependientes.