El confinamiento nos está obsequiando con muchas horas para pensar, diría que en exceso, y así estamos mostrando una facilidad pasmosa para mezclar churras con merinas. El título de este comentario es muestra de ello. Una triple entente: el dichoso virus, la meteorología y bueno, un mineral sacado de Superman. En este periodo tan dantesco, la frontera entre la realidad y la ficción se está difuminando. Así, reflexiones sin fundamento parecen tener una base científica inexpugnable. La relación entre el descenso de la contaminación y las lluvias es una de esas teorías que se ha grabado a fuego en el imaginario colectivo. No hay bastante solución hidroalcohólica para acabar con ella. Todo parece concordar, pero esto solo pasa en nuestro país. En otras zonas del globo ahora mismo están viviendo sequías muy graves a pesar del descenso de actividad, que igualmente ha mejorado de forma notable la calidad del aire.

Hace unos días los meteorólogos de la televisión autonómica À Punt y de la AEMET ofrecieron una retahíla de tuits muy interesante, comparando los datos de precipitación en la Comunidad Valenciana, que vienen siendo extraordinarios, con los registrados en Berlín, París o Ginebra. Allí la primavera está resultando mucho más soleada y seca que en el Mediterráneo occidental. Entre el 16 de marzo y el pasado jueves, 23 de abril, la ciudad de Valencia sumó veinte días con lluvia apreciable frente a los tres de la capital francesa o los cero de Ginebra, en Suiza. Todas ellas han estado expuestas a un descenso de CO2 y NO2 obteniendo diferentes resultados.

Esto se ha traducido en una disparidad en los pluviómetros también reseñable. En algo más de un mes, estas ciudades centroeuropeas apenas han recogido unos pocos litros por metro cuadrado -Ginebra ninguno- y Castellón 280 l/m2. La dinámica del chorro polar dicta que cuando en una zona determinada -llámese Península Ibérica- reina la inestabilidad, otras se sumergen en crestas anticiclónicas donde no cae ni gota. Este último también es el caso de Rumanía, Ucrania, Polonia y algunas zonas de EEUU, como Florida o Carolina del Norte, donde deben estar pensando justo lo contrario: "de limpio que está el aire, no tenemos ni nubes".

El calor también parece kryptonita para el coronavirus y no es más que una leve traba. Según recientes estudios, la COVID-19 parece propagarse mejor en un rango de temperaturas entre los 5 y 11 ºC. Esta semana gran parte de España superará los 25 ºC en algún momento y muchas ciudades llegarán a los 30 ºC. Esto disminuirá los contagios siempre que, además, hagamos caso a las autoridades sanitarias. Krypton solo hay uno y está en los tebeos.