En las semanas de confinamiento circulaba un mensaje de WhatsApp en el que una persona se quejaba de que se siguiera difundiendo a diario el pronóstico del tiempo atmosférico si total no se podía salir de casa. Para que saber las temperaturas o precipitaciones que se iban a registrar al día siguiente si apenas podíamos comprobarlo asomándonos a la ventana. Pero el tiempo es algo más que una mera relación de temperaturas, lluvias o isobaras en el mapa. Es sobre todo sensación y, en algunos casos, sentimientos. Esto es mucho más notable ahora que ha comenzado el desconfinamiento, con esa carrera sin sentido de los territorios por alcanzar fases más avanzadas en menor tiempo. Debido a las diferencias de fase existentes, sería necesario hacer un pronóstico específico según la fase de cada territorio. Porque no es lo mismo anunciar altas temperaturas si no se puede apenas disfrutar de la calle o pronosticar lluvias que pueden molestar en la práctica de ejercicio físico o del paseo diario. Y ahora más que nunca es necesario precisar las horas en el pronóstico, porque la programación de actividades en la calle depende de la situación en la que se encuentre cada región, provincia o departamento sanitario. Son acciones que pueden parecer inútiles, pero que pueden marcar la pauta para la elaboración futura de los pronósticos meteorológicos, donde no las fases de desconfinamiento sino los rasgos ambientales, sociales y económicos de un territorio deberían tenerse en cuenta en un mundo cada vez más exigente en sus demandas sobre tiempo atmosférico.